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- Seguid mi ejemplo como yo sigo el de Cristo.
IV.— PROBLEMAS EN LAS REUNIONES LITÚRGICAS (11,2—14,40) El velo de las mujeres
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- Os felicito, porque no hay cosa en la que no me tengáis presente y porque conserváis las tradiciones tal como os las transmití.
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- Pero quiero que sepáis que Cristo es cabeza de todo varón, como el varón lo es de la mujer y Dios lo es de Cristo.
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- Todo varón que ora o comunica mensajes divinos con la cabeza cubierta, deshonra a Cristo, que es su cabeza.
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- Igualmente, toda mujer que ora o comunica mensajes divinos con la cabeza descubierta, deshonra al marido, que es su cabeza;
es como si se la hubiera rapado.
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- Si, pues, no quiere llevar velo, que se corte el pelo al cero.
Y si considera vergonzoso para una mujer cortarse el pelo o llevar rapada la cabeza, que use velo.
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- El varón no debe cubrirse la cabeza, por cuanto es imagen y reflejo de la gloria de Dios;
pero la mujer refleja la gloria del varón.
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- Pues no procede el varón de la mujer, sino la mujer del varón;
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- ni fue creado el varón por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón.
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- Por eso, y por respeto a los ángeles, es conveniente que la mujer lleve sobre su cabeza una señal de autoridad;
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- aunque entre cristianos tanto el varón como la mujer deben reconocer su mutua dependencia.
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- Porque si bien es cierto que la mujer procede del varón, también lo es que el varón viene al mundo por medio de la mujer;
y, en última instancia, todo procede de Dios.
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- A vuestro criterio apelo: ¿es decoroso que la mujer ore a Dios sin cubrirse la cabeza?
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- ¿No enseña la misma naturaleza que el cabello largo es para el varón una deshonra,
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- mientras que para la mujer es motivo de honra? En efecto, la cabellera le ha sido dada a la mujer para que le sirva de velo.
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- En cualquier caso, si alguno quiere seguir discutiendo sobre esto, sepa que no tenemos tal costumbre, ni la tienen las demás iglesias cristianas.
La celebración de la Cena del Señor
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- A propósito de estas recomendaciones, tampoco es como para felicitaros el que vuestras asambleas os ocasionen más perjuicio que provecho.
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- Para empezar, ha llegado a mis oídos que, cuando os reunís en asamblea, los bandos están a la orden del día.
Cosa, por cierto, nada increíble,
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- si se piensa que hasta es conveniente que existan divisiones entre vosotros, para que se manifieste quiénes son entre vosotros los verdaderos creyentes.
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- El caso es que en vuestras asambleas ya no es posible comer la Cena del Señor,
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- pues cada uno empieza comiendo la comida que ha llevado, y así resulta que mientras uno pasa hambre, otro está borracho.
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- ¿Pero es que no tenéis vuestras casas para comer y beber? ¡Ya se ve que apreciáis bien poco la asamblea cristiana y que no os importa poner en evidencia a los más pobres! ¿Qué esperáis que os diga? ¿Acaso que os felicite? ¡Pues no es precisamente como para felicitaros!
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- Por lo que a mí toca, os he transmitido una tradición que yo recibí del Señor;
a saber: que Jesús, el Señor, la noche misma en que iba a ser entregado, tomó pan,
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- dio gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo que entrego por vosotros;
haced esto en memoria de mí”.
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- Después de cenar, tomó igualmente la copa y dijo: “Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre;
cada vez que bebáis de ella, hacedlo en memoria de mí”.
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- Y, de hecho, siempre que coméis de este pan y bebéis de esta copa, estáis proclamando la muerte del Señor, en espera de que él venga.
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- Por lo mismo, quien come del pan o bebe de la copa del Señor de manera indigna, se hará culpable de haber profanado el cuerpo y la sangre del Señor.
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- Examine, pues, cada uno su conciencia antes de comer del pan y beber de la copa,
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- porque quien come y bebe sin advertir de qué cuerpo se trata, come y bebe su propio castigo.
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- Ahí tenéis la causa de no pocos de vuestros achaques y enfermedades, e incluso de bastantes muertes.
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- ¡Ah, si nos hiciésemos la debida autocrítica! Entonces escaparíamos del castigo.
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- De cualquier modo, si el Señor nos castiga, es para corregirnos y para que no seamos condenados junto con el mundo.
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- Por tanto, hermanos míos, al reuniros para comer la cena del Señor, esperaos unos a otros.
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- Si alguien tiene hambre, que coma en su casa, para que vuestras reuniones no sean objeto de censura.
Los demás problemas los solucionaré cuando vaya.
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