- Los dones del Espíritu
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- En cuanto a los dones del Espíritu, no quiero, hermanos, que desconozcáis lo que a ellos se refiere.
- 2
- Sabéis que cuando erais paganos, os dejabais arrastrar ciegamente hacia los ídolos mudos.
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- Os hago saber al respecto que nadie impulsado por el Espíritu de Dios puede exclamar: “Maldito sea Jesús”;
como tampoco nadie puede proclamar: “Jesús es Señor”, si no es bajo la acción del Espíritu Santo.
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- Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo.
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- Hay diversidad de funciones, pero uno mismo es el Señor.
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- Son distintas las actividades, pero el Dios que lo activa todo en todos es siempre el mismo.
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- La manifestación del Espíritu en cada uno se ordena al bien de todos.
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- Así, a uno lo capacita el Espíritu para hablar con sabiduría, mientras a otro el mismo Espíritu le concede expresarse con un profundo conocimiento de las cosas.
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- El mismo y único Espíritu que otorga a uno el don de la fe, concede a otro el poder de curar enfermedades,
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- o el de hacer milagros, o el de comunicar mensajes de parte de Dios, o el de distinguir entre espíritus falsos y el Espíritu verdadero, o el de hablar en un lenguaje misterioso, o el de interpretar ese lenguaje.
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- Todo lo realiza el mismo y único Espíritu, repartiendo a cada uno sus dones como él quiere.
Muchos miembros, pero un solo cuerpo
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- Sabido es que el cuerpo, siendo uno, tiene muchos miembros, y que los diversos miembros, por muchos que sean, constituyen un solo cuerpo.
Lo mismo sucede con Cristo.
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- Todos nosotros, en efecto, seamos judíos o no judíos, esclavos o libres, hemos recibido el bautismo en un solo Espíritu, a fin de formar un solo cuerpo;
a todos se nos ha dado a beber de un mismo Espíritu.
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- Por otra parte, el cuerpo no está formado por un solo miembro, sino por muchos.
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- Si el pie dijera: “Como no soy mano, nada tengo que ver con el cuerpo”, ¿dejaría por ello de formar parte del cuerpo?
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- Y si el oído dijera: “Como no soy ojo, nada tengo que ver con el cuerpo”, ¿dejaría por ello de formar parte del cuerpo?
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- Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo podría oír? Y si todo fuera oído, ¿cómo podría oler?
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- Por algo distribuyó Dios cada uno de los miembros en el cuerpo según le pareció conveniente.
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- Pues ¿dónde estaría el cuerpo si todo él se redujese a un solo miembro?
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- Precisamente por eso, aunque el cuerpo es uno, los miembros son muchos.
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- Y no puede el ojo decirle a la mano: “No te necesito”.
Como tampoco puede la cabeza decir a los pies: “No os necesito”.
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- Al contrario, cuanto más frágil parece un miembro, más imprescindible es,
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- y rodeamos de especial cuidado aquellas partes que menos parecerían merecerlo.
Asimismo, tratamos con mayor decoro las que consideramos más indecorosas,
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- pues las que en sí mismas son decorosas no necesitan especial cuidado.
Dios mismo ha organizado el cuerpo dando más honor a lo que menos parece tenerlo,
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- a fin de que no existan divisiones en el cuerpo, sino que todos los miembros por igual se preocupen unos de otros.
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- Y así, cuando un miembro sufre, todos sufren con él, y cuando recibe una especial distinción, todos comparten su alegría.
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- Vosotros formáis el cuerpo de Cristo, y cada uno por separado constituye un miembro.
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- Es Dios quien ha asignado en la Iglesia un puesto a cada uno: en primer lugar están los apóstoles;
en segundo lugar, los que comunican mensajes de parte de Dios; en tercer lugar, los encargados de enseñar; vienen después los que tienen el don de hacer milagros, de realizar curaciones, de asistir a los necesitados, de presidir la asamblea, de hablar un lenguaje misterioso.
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- ¿Son todos apóstoles? ¿Comunican todos mensajes de parte de Dios? ¿Han recibido todos el encargo de enseñar? ¿Hacen todos milagros?
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- ¿Tienen todos el poder de sanar enfermedades? ¿Hablan todos un lenguaje misterioso o son capaces de interpretarlo?
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- En cualquier caso, aspirad a los más valiosos entre todos estos dones.
Pero me queda por mostraros un camino que es con mucho el mejor.
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