II.— HISTORIA DE ISRAEL Y DE JUDÁ (1 Re 12—2 Re 17)
División política y religiosa (12—13)
Asamblea en Siquén (2 Cr 2,1-17a)


1
Roboán fue a Siquén, adonde había acudido todo Israel para proclamarlo rey.
2
Cuando se enteró de ello Jeroboán, el hijo de Nabat, que se había refugiado en Egipto huyendo del rey Salomón, regresó de Egipto.
3
Lo mandaron llamar y Jeroboán llegó con toda la asamblea de Israel para decir a Roboán:
4
— Tu padre nos impuso un yugo insoportable.
Si tú aligeras ahora la dura servidumbre y el yugo insoportable que tu padre nos impuso, nosotros te serviremos.
5
Él les respondió:
Marchaos y volved a verme dentro de tres días.
La gente se marchó
6
y el rey Roboán pidió consejo a los ancianos que habían asistido a su padre Salomón, mientras vivió:
— ¿Qué me aconsejáis responder a esta gente?
7
Ellos le dijeron:
— Si hoy te conviertes en servidor de esta gente, si los atiendes y les respondes con buenas palabras, ellos te servirán de por vida.
8
Pero Roboán desoyó el consejo que le dieron los ancianos y consultó a los jóvenes que se habían criado con él y que ahora estaban a su servicio.
9
Él les preguntó:
— ¿Qué me aconsejáis vosotros responder a esta gente que me ha pedido que les suavice el yugo que les impuso mi padre?
10
Los jóvenes que se habían criado con él le respondieron:
— Esa gente te ha dicho: “Tu padre nos impuso un yugo insoportable, aligéranoslo tú”.
Diles tú lo siguiente: “Mi dedo meñique es más gordo que la cintura de mi padre:
11
si mi padre os cargó con un yugo insoportable, yo aumentaré vuestra carga;
si mi padre os castigaba con azotes, yo os castigaré a latigazos”.
12
Al tercer día, Jeroboán y todo el pueblo fueron a ver a Roboán, tal y como el rey les había dicho.
13
Pero el rey respondió al pueblo con dureza, desoyendo el consejo que le habían dado los ancianos,
14
y les habló siguiendo el consejo de los jóvenes:
— Mi padre os impuso un yugo insoportable, pero yo aumentaré vuestra carga.
Mi padre os castigó con azotes, pero yo os castigaré a latigazos.
15
Y el rey no quiso escuchar al pueblo, según la decisión del Señor, para cumplir así la promesa que había hecho a Jeroboán, hijo de Nabat, por medio de Ajías de Siló.
16
Cuando todos los israelitas vieron que el rey no les hacía caso, le replicaron diciendo:
— ¡No tenemos nada que ver con David, ni repartimos herencia con el hijo de Jesé! ¡A tus tiendas, Israel! Y que ahora David se preocupe de su casa.
Y los israelitas marcharon a sus casas.


La división política (2 Cr 10,17b—11,4)

17
Roboán siguió reinando sobre los israelitas que residían en las ciudades de Judá.
18
El rey Roboán envió a Adonirán, jefe de los trabajos forzados, pero los israelitas lo apedrearon hasta matarlo;
entonces el rey Roboán tuvo que apresurarse a subir en su carro para huir a Jerusalén.
19
Así fue como Israel se rebeló contra la dinastía de David hasta el día de hoy.
20
Cuando los israelitas se enteraron del regreso de Jeroboán, mandaron a llamarlo ante la asamblea y lo proclamaron rey sobre todo Israel.
Y sólo la tribu de Judá siguió fiel a la dinastía de David.
21
Cuando Roboán llegó a Jerusalén, reunió a ciento ochenta mil guerreros escogidos de toda la casa de Judá y de la tribu de Benjamín, para atacar a la casa de Israel y devolver el reino a Roboán, hijo de Salomón.
22
Pero Dios dirigió este mensaje al profeta Semaías:
23
— Di a Roboán, hijo de Salomón y rey de Judá, a toda la casa de Judá y Benjamín y al resto del pueblo:
24
Esto dice el Señor: No vayais a luchar contra vuestros hermanos, los israelitas;
que todos vuelvan a sus casas, pues esto ha sucedido por voluntad mía”.
Ellos obedecieron la palabra del Señor y suspendieron el ataque, como el Señor les había ordenado.
25
Jeroboán fortificó Siquén, en la montaña de Efraín, y se estableció allí.
Luego salió de Siquén y fortificó Penuel.


El cisma religioso

26
Entonces Jeroboán pensó: “El reino podría volver a la dinastía de Judá.
27
Si esta gente sube a Jerusalén a ofrecer sacrificios en el Templo del Señor, su corazón se volverá hacia su señor Roboán, el rey de Judá;
luego me matarán a mí y regresarán con Roboán, el rey de Judá”.
28
Así que el rey pidió consejo y mandó hacer dos becerros de oro.
Después dijo a los israelitas:
— Ya no tenéis que ir más a Jerusalén.
¡Israel, aquí tienes a tu Dios, el que te sacó de Egipto!
29
Y colocó un becerro en Betel y otro en Dan.
30
Esto se convirtió en ocasión de pecado, pues la gente iba hasta Betel y Dan para adorarlos.
31
Construyó también santuarios en los montes y nombró sacerdotes a gentes del pueblo que no eran de la tribu de Leví.
32
Declaró festivo el día quince del mes octavo, imitando la fiesta que se celebraba en Judá, y subió al altar que había erigido en Betel a ofrecer sacrificios a los ídolos que había mandado hacer.
Estableció en Betel a los sacerdotes de los santuarios que había construido.
33
Subió al altar que había erigido en Betel el día quince del mes octavo, un mes elegido a su gusto.
Instituyó una fiesta para los israelitas y subió al altar a quemar incienso.