- Los esposos cristianos
- 1-2
- También vosotras, mujeres, sed respetuosas con vuestros maridos, para que vuestra conducta intachable y recatada, basada en hechos y no en palabras, conquiste incluso a los más reacios al mensaje de salvación.
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- No os preocupe tanto el adorno exterior —peinados llamativos, joyas valiosas, vestidos lujosos—
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- cuanto el interior, el del corazón: el adorno incorruptible de un espíritu apacible y sereno, que es la auténtica belleza a los ojos de Dios.
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- Así se engalanaban antaño aquellas santas mujeres que habían puesto su esperanza en Dios: mostrándose respetuosas con sus maridos.
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- Buen ejemplo el de Sara, que obedecía a Abrahán llamándole “señor”;
vosotras seréis hijas suyas, si hacéis el bien sin dejaros intimidar por nada.
- 7
- Igualmente vosotros, maridos, convivid con ellas sabiendo que la mujer es un ser más delicado que merece un honor especial y que habéis de heredar junto con ellas el don de la vida.
De esta manera tendréis asegurado el éxito de vuestras oraciones.
Hacer el bien sin miedo al sufrimiento
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- En fin, tened todos un mismo pensar, compartid penas y alegrías, portaos fraternalmente, sed misericordiosos y sencillos.
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- No devolváis mal por mal, ni insulto por insulto.
Al contrario, bendecid, pues habéis sido llamados a heredar una bendición.
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- En efecto:
Quien desee amar la vida y conocer días felices, debe guardar su lengua del mal, y sus labios de la falsedad.
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- Debe apartarse del mal y practicar el bien,
debe buscar la paz y correr tras ella.
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- Pues los ojos del Señor se fijan en los buenos,
y sus oídos atienden a sus ruegos. Rechaza, en cambio, el Señor a quienes practican el mal.
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- Y ¿quién podrá haceros daño, si os entregáis con ardor a la práctica del bien?
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- Pero, aun cuando tengáis que sufrir por comportaros rectamente, ¡dichosos vosotros! No les tengáis miedo ni os acobardéis.
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- Glorificad en vuestro corazón a Cristo, el Señor, estando dispuestos en todo momento a dar razón de vuestra esperanza a cualquiera que os pida explicaciones.
Pero, eso sí, hacedlo con dulzura y respeto,
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- como quien tiene limpia la conciencia, para que quienes critican vuestra buena conducta cristiana, queden avergonzados de sus calumnias.
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- Porque más vale sufrir, si así lo quiere Dios, por hacer el bien, que por hacer el mal.
El bautismo que salva
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- También Cristo murió por los pecados, una vez por todas, el inocente por los culpables, para conduciros a Dios.
Como mortal, sufrió la muerte; como espiritual fue devuelto a la vida.
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- Fue entonces también cuando proclamó su mensaje a los espíritus que se hallaban en prisión,
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- es decir, a los desobedientes del tiempo de Noé, cuando Dios esperaba pacientemente mientras se construía el arca, en la que unos pocos —ocho personas— se salvaron a través del agua.
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- Aquello fue una imagen del bautismo que ahora os salva.
Bautismo que no consiste en quitar una suciedad corporal, sino en comprometerse ante Dios a llevar una conducta limpia. Y os salva en virtud de la resurrección de Jesucristo,
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- que, ascendido al cielo, comparte el poder soberano de Dios y tiene bajo su autoridad a todas las potencias celestiales.
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