Rebelión de Absalón (15—20)
La conspiración


1
Después de esto, Absalón se procuró un carro, caballos y una escolta de cincuenta hombres.
2
Se ponía temprano junto al camino de la entrada de la ciudad y a todo el que llegaba con algún pleito a pedir justicia al rey, Absalón lo llamaba y le preguntaba: “¿De qué ciudad eres?”.
Cuando el interpelado le respondía: “este siervo tuyo es de tal tribu de Israel”,
3
entonces Absalón le decía:
Mira, tu demanda es buena y justa, pero no hay quien te atienda en el tribunal del rey.
4
Y añadía:
— Si me nombraran juez de este país, todo el que tuviese algún pleito podría llegar hasta mí y yo le haría justicia.
5
Y cuando alguien se le acercaba para arrodillarse ante él, Absalón le tendía la mano, lo levantaba y lo abrazaba.
6
Absalón actuaba de igual manera con todos los que iban a pedir justicia al rey, ganándose así el afecto de los israelitas.
7
Al cabo de cuatro años, Absalón dijo al rey:
Permíteme ir a Hebrón a cumplir la promesa que hice al Señor,
8
pues cuando tu servidor estaba en Guesur de Aram, hizo esta promesa: “Si el Señor me permite volver a Jerusalén, le ofreceré un sacrificio”.
9
David le respondió:
Vete en paz.
Entonces Absalón marchó hacia Hebrón
10
y envió espías por todas las tribus de Israel con esta consigna:
Cuando oigáis el toque de la trompeta, gritad: ¡Absalón reina en Hebrón!
11
Absalón partió de Jerusalén con doscientos invitados que lo acompañaron con total ingenuidad y sin sospechar nada del asunto.
12
Durante los sacrificios, Absalón mandó a buscar a su ciudad a Ajitófel, el de Guiló, consejero de David.
La conspiración tomaba cuerpo, mientras iban aumentado los partidarios de Absalón.


Huida de David

13
Alguien llevó a David esta información:
— Los israelitas se han puesto de parte de Absalón.
14
Entonces David dijo a todos los servidores que lo acompañaban en Jerusalén:
Preparaos para la huida, pues no tendremos escapatoria ante Absalón.
Daos prisa en marchar, antes de que él llegue a alcanzarnos, precipite la desgracia sobre nosotros y pase a cuchillo la ciudad.
15
Sus servidores le respondieron:
Majestad, tus siervos harán lo que tú decidas.
16
El rey salió acompañado de toda su corte y dejó diez concubinas para guardar el palacio.
17
El rey y toda la gente que lo acompañaba se detuvieron junto a la última casa de la ciudad.
18
Todos sus servidores marchaban a su lado, mientras que los quereteos, los peleteos y los guititas, en total unos seiscientos hombres que lo siguieron desde Gat, marchaban delante de él.
19
El rey dijo a Itay, el de Gat:
— ¿Cómo vienestambién con nosotros? Vuelve y quédate con el rey, pues eres un extranjero, desterrado de tu país.
20
Acabas de llegar ayer mismo y no voy a permitir que andes errante con nosotros, cuando ni yo mismoadónde voy.
Vuélvete, pues, y llévate contigo a tus paisanos.
Y que el Señor sea misericordioso y fiel contigo.
21
Pero Itay le respondió:
— ¡Por el Señor y por el rey, mi señor! Allí donde esté mi señor, el rey, en vida o muerte, allí estará tu servidor.
22
Entonces David le dijo:
Está bien, pasa.
Y pasó Itay, el de Gat, con todos los hombres y los niños que lo acompañaban.
23
Toda la gente lloraba a gritos mientras iba desfilando.
Luego David cruzó el torrente Cedrón por el camino que lleva al desierto, y con él cruzó toda la gente.
24
También estaba Sadoc con todos los levitas que llevaban el Arca de la alianza de Dios.
Colocaron el Arca junto a Abiatar, hasta que toda la gente terminó de salir de la ciudad.
25
El rey dijo a Sadoc:
Devuelve el Arca de Dios a la ciudad, que si alcanzo el favor del Señor, él me permitirá volver a ver el Arca y su morada.
26
Pero si manifiesta que no le agrado, estaré dispuesto a que haga conmigo lo que quiera.
27
Y el rey insistió al sacerdote Sadoc:
Mira, regresad en paz a la ciudad junto con vuestros dos hijos, con tu hijo Ajimás y con Jonatán, el hijo de Abiatar.
28
Y estad atentos, pues yo estaré esperando en los pasos del desierto hasta que me llegue alguna información vuestra.
29
Sadoc y Abiatar regresaron a Jerusalén con el Arca de Dios y se quedaron allí.
30
Cuando David subía la cuesta de los olivos, iba llorando, con la cabeza cubierta y los pies descalzos.
La gente que lo acompañaba llevaba también la cabeza cubierta y subía llorando.
31
Entonces informaron a David que Ajitófel formaba parte de la conspiración de Absalón, y David suplicó:
Confunde, Señor, los consejos de Ajitófel.
32
Cuando David llegó a la cumbre, lugar donde se daba culto a Dios, le salió al encuentro Jusay, el arquita, con la túnica rasgada y la cabeza llena de tierra.
33
David le dijo:
— Si te vienes conmigo, sólo serás una carga para mí.
34
Pero si le dices a Absalón: “Majestad, soy tu servidor.
He sido servidor de tu padre y a partir de ahora, seré tu servidor”, me ayudarás a hacer fracasar los consejos de Ajitófel.
35
Allí estarán contigo los sacerdotes Sadoc y Abiatar, a los que podrás informar de todo lo que escuches en palacio.
36
También estarán con ellos sus dos hijos, Ajimás, el de Sadoc, y Jonatán, el de Abiatar, a través de los cuales me haréis llegar todo lo que escuchéis.
37
Jusay, el amigo de David, llegó a la ciudad cuando Absalón entraba en Jerusalén.