- I.— TESTIGOS EN JERUSALÉN (2,1—8,3)
Venida del Espíritu Santo
- 1
- Al llegar el día de Pentecostés continuaban todos reunidos en el mismo sitio.
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- De pronto, un estruendo que procedía del cielo y avanzaba como un huracán invadió la casa en que estaban congregados.
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- Vieron luego una especie de lenguas de fuego que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos.
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- El Espíritu Santo los llenó a todos, y en seguida se pusieron a hablar en distintos idiomas según el Espíritu Santo les concedía expresarse.
- 5
- Se hallaban entonces hospedados en Jerusalén judíos devotos llegados de todas las regiones de la tierra, los cuales,
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- al oír el estruendo, acudieron en masa y quedaron perplejos, pues cada uno oía hablar a los apóstoles en su idioma nativo.
- 7
- Tan estupefactos y maravillados estaban, que decían:
— ¿No son galileos todos los que están hablando?
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- ¿Cómo es que cada uno de nosotros los oímos expresarse en nuestro propio idioma nativo?
- 9
- Entre nosotros hay partos, medos y elamitas;
los hay que residen en Mesopotamia, en Judea y Capadocia, en el Ponto, en la provincia de Asia,
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- en Frigia y en Panfilia, en Egipto y en la región de Libia que limita con Cirene;
hay visitantes romanos,
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- hay judíos y prosélitos, cretenses y árabes.
Pues bien, todos y cada uno los oímos referir en nuestro propio idioma, las cosas portentosas de Dios.
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- Así que, llenos de estupefacción, se decían unos a otros con asombro:
— ¿Qué significa esto?
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- Otros, en cambio, se burlaban y decían que estaban borrachos.
Discurso de Pedro
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- Pedro entonces tomó la palabra y, en nombre propio y de sus once compañeros, les habló de esta manera:
— Judíos y todos los que residís en Jerusalén, prestad atención a mis palabras a ver si os queda claro lo siguiente:
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- Estos no están borrachos como vosotros suponéis pues sólo son las nueve de la mañana.
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- Lo que sucede es que se está cumpliendo lo anunciado por el profeta Joel:
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- En los últimos días, dice Dios,
concederé mi Espíritu a todo mortal: vuestros hijos y vuestras hijas hablarán inspirados por mí; vuestros jóvenes tendrán revelaciones y vuestros ancianos soñarán cosas extraordinarias.
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- A los que me sirven,
tanto hombres como mujeres, otorgaré en aquellos días mi Espíritu, y hablarán inspirados por mí.
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- Haré prodigios en el cielo
y milagros en la tierra: sangre, fuego y vapor humeante.
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- Antes que llegue el día del Señor,
grande y glorioso, el sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre.
- 21
- Y todo el que invoque al Señor,
obtendrá la salvación.
- 22
- Escuchad esto, israelitas: Jesús de Nazaret fue el hombre a quien Dios avaló ante vosotros con los milagros, prodigios y señales que, como bien sabéis, Dios realizó entre vosotros a través de Jesús.
- 23
- Dios lo entregó conforme a un plan proyectado y conocido de antemano, y vosotros, valiéndoos de no creyentes, lo clavasteis en una cruz y lo matasteis.
- 24
- Pero Dios lo ha resucitado, librándolo de las garras de la muerte.
Y es que no era posible que la muerte dominase a aquel
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- a quien se refiere David cuando dice:
Sentía constantemente al Señor junto a mí, ya que está a mi lado para impedir que caiga.
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- Por eso se alegra mi corazón,
canta gozosa mi lengua y hasta mi cuerpo rebosa de esperanza.
- 27
- Porque no me abandonarás al poder del abismo
ni permitirás que tu elegido se corrompa.
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- Me has enseñado el camino que conduce a la vida
y tu presencia me llenará de alegría.
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- Hermanos, voy a hablaros con franqueza: a nadie se le oculta que nuestro antepasado David murió y fue enterrado;
es más, su tumba se conserva todavía entre nosotros.
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- Pero como era profeta y sabía que Dios le había prometido solemnemente que un descendiente de su misma sangre había de sucederle en el trono,
- 31
- previó la resurrección del Mesías cuando anunció que ni lo abandonaría al poder del abismo ni su cuerpo se corrompería.
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- Pues bien, a este, que es Jesús, Dios lo ha resucitado, y todos nosotros somos testigos de ello.
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- El poder de Dios lo ha exaltado y él, habiendo recibido del Padre el Espíritu Santo prometido, lo ha repartido en abundancia, como estáis viendo y oyendo.
- 34
- David no ascendió al cielo;
sin embargo, dice: Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha
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- hasta que yo ponga a tus enemigos
por estrado de tus pies”.
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- Por consiguiente, sepa con seguridad todo Israel que Dios ha constituido Señor y Mesías a este mismo Jesús a quien vosotros habéis crucificado.
Los primeros convertidos
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- Estas palabras les llegaron hasta el fondo del corazón;
así que dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: — ¿Qué debemos hacer, hermanos?
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- Pedro les contestó:
— Convertíos y que cada uno de vosotros se bautice en el nombre de Jesucristo, a fin de obtener el perdón de vuestros pecados. Entonces recibiréis, como don de Dios, el Espíritu Santo.
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- Porque la promesa os corresponde a vosotros y a vuestros hijos, e incluso a todos los extranjeros que reciban la llamada del Señor, nuestro Dios.
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- Con estas y otras muchas razones los instaba y animaba, diciendo:
— Poneos a salvo de este mundo corrupto.
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- Los que aceptaron con agrado la invitación se bautizaron, y aquel día se unieron a los apóstoles alrededor de tres mil personas.
Vida de la primera comunidad cristiana
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- Todos se mantenían constantes a la hora de escuchar la enseñanza de los apóstoles, de compartir lo que tenían, de partir el pan* y de participar en la oración.
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- Todo el mundo estaba impresionado a la vista de los numerosos prodigios y señales realizados por los apóstoles.
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- En cuanto a los creyentes, vivían todos de mutuo acuerdo y todo lo compartían.
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- Hasta vendían las propiedades y bienes, y repartían el dinero entre todos según la necesidad de cada cual.
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- A diario acudían al Templo con constancia y en íntima armonía, en familia partían el pan y compartían juntos el alimento con sencillez y alegría sinceras.
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- Alababan a Dios, y toda la gente los miraba con simpatía.
Por su parte, el Señor aumentaba cada día el grupo de los que estaban en camino de salvación.
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