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- Palabras de Cohélet, hijo de David, rey de Jerusalén.
I.— LAS QUIMERAS DEL SABIO (1,2—2,26)
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- ¡Pura ilusión! —dice Cohélet— ¡Pura ilusión! ¡Todo es ilusión!
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- ¿Qué ganancia saca el ser humano de toda la fatiga con que se afana bajo el sol?
Prólogo
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- Las generaciones se suceden,
y la tierra permanece siempre quieta.
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- El sol sale, el sol se pone
y corre hacia el lugar de donde volverá a salir.
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- Sopla al sur y sopla al norte;
y, gira que te gira, el viento vuelve a reanudar sus giros.
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- Todos los ríos van al mar,
pero el mar nunca se llena; del lugar donde los ríos van, vuelven de nuevo a fluir.
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- Todas las palabras se agotan,
sin que nadie alcance a decirlas, ni los ojos se sacian de ver, ni el oído se harta de oír.
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- Lo que fue, sucederá;
lo que se hizo, se hará: nada es nuevo bajo el sol.
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- Y aunque alguien te presente
cualquier cosa como nueva, ¡seguro que ya existió en los siglos precedentes!
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- No queda memoria del pasado,
mas tampoco el porvenir dejará memoria alguna en quienes vengan después.
La experiencia salomónica
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- Yo, Cohélet, he sido rey de Israel en Jerusalén,
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- y me he entregado a buscar y a investigar con sabiduría todo cuanto se hace bajo el cielo.
¡Pesada carga esta que Dios ha impuesto al ser humano para atarearlo!
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- He observado todo cuanto se hace bajo el sol: todo es pura ilusión y vano afán.
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- No se puede enderezar lo torcido,
ni contar lo que no existe.
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- Me decía interiormente: he ampliado y aumentado la sabiduría en relación con todos mis predecesores en Jerusalén y he adquirido sabiduría y ciencia extraordinarias.
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- Me he aplicado a distinguir sabiduría y ciencia de lo que es locura y estupidez, y he comprendido que también eso era vano afán,
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- pues
a mayor sabiduría, mayor tormento; y a más ciencia, más dolor.
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