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- Puesto que sois hijos amados de Dios, procurad pareceros a él
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- y haced del amor norma de vuestra vida, pues también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros como ofrenda y sacrificio de olor agradable a Dios.
- 3
- Y en cuanto a la lujuria, a cualquier clase de impureza o a la avaricia, ni siquiera se mencionen entre vosotros.
Así deben comportarse los creyentes.
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- Y lo mismo digo de las obscenidades, conversaciones estúpidas o indecentes, cosas todas que están fuera de lugar;
lo vuestro es dar gracias a Dios.
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- Tened bien entendido que ningún lujurioso, ningún indecente, ningún avaro —la avaricia es una especie de idolatría—, tendrá parte en la herencia del reino de Cristo y de Dios.
Hijos de la luz
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- Que nadie os engañe con palabras falaces.
Estas son precisamente las cosas que encienden la ira de Dios sobre quienes se niegan a obedecerle.
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- ¿Queréis también vosotros ser cómplices suyos?
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- En otro tiempo erais tinieblas, pero ahora sois luz al estar unidos al Señor.
Portaos como hijos de la luz,
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- cuyos frutos son la bondad, la rectitud y la verdad.
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- Haced lo que agrada al Señor
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- y no toméis parte en las estériles acciones de quienes pertenecen al mundo de las tinieblas;
desenmascarad, más bien, esas acciones,
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- pues hasta vergüenza da decir lo que esos tales hacen a escondidas.
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- Pero todo cuanto ha sido desenmascarado por la luz, queda al descubierto;
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- y lo que queda al descubierto, se convierte, a su vez, en luz.
Por eso se dice: “Despierta tú que estás dormido, levántate de la muerte, y te iluminará Cristo”.
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- Estad, pues, muy atentos a la manera que tenéis de comportaros, no como necios, sino como inteligentes.
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- Y aprovechad cualquier oportunidad, pues corren tiempos malos.
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- Así que no seáis irreflexivos;
al contrario, tratad de descubrir cuál es la voluntad de Dios.
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- Y no os emborrachéis, pues el vino conduce al libertinaje;
llenaos, más bien, del Espíritu,
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- y recitad entre vosotros salmos, himnos y cánticos inspirados.
Cantad y tocad para el Señor desde lo hondo del corazón,
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- dando gracias siempre y por todo a Dios Padre en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Relaciones familiares
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- Guardaos mutuamente respeto en atención a Cristo.
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- Que las mujeres respeten a sus maridos, como si se tratara del Señor.
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- Porque el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza y salvador del cuerpo, que es la Iglesia.
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- Si, pues, la Iglesia es dócil a Cristo, séanlo también, y sin reserva alguna, las mujeres a sus maridos.
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- Vosotros, los maridos, amad a vuestras mujeres, como Cristo amó a la Iglesia.
Por ella entregó su vida
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- a fin de consagrarla a Dios, purificándola por medio del agua y la palabra.
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- Se preparó así una Iglesia radiante, sin mancha, ni arruga, ni nada semejante;
una Iglesia santa e inmaculada.
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- Este es el modelo según el cual los maridos deben amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son.
El que ama a su mujer, a sí mismo se ama.
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- Pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo;
todo lo contrario, lo cuida y alimenta. Es lo que hace Cristo con su Iglesia,
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- que es su cuerpo, del cual todos nosotros somos miembros.
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- Por esta razón —dice la Escritura— dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y ambos llegarán a ser como una sola persona.
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- Es grande la verdad aquí encerrada, y yo la pongo en relación con Cristo y con la Iglesia.
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- En resumen, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer sea respetuosa con su marido.
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