- Parte histórica (36—39)
Jerusalén cercada por Senaquerib (2 Re 18,13-37)
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- El año décimo cuarto del reinado de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, atacó y conquistó todas las ciudades fortificadas de Judá.
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- El rey de Asiria envió a su copero mayor desde Laquis con orden de trasladarse de Laquis a Jerusalén, con un importante contingente de tropas, para entrevistarse con el rey Ezequías.
Al llegar, se detuvo junto a la Alberca de Arriba, en el camino del campo del Batanero.
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- Salió a su encuentro Eliaquín, hijo de Jelcías, mayordomo de palacio, acompañado del secretario Sobná y de Joaj, hijo de Asaf, que era el canciller.
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- El copero mayor les dijo:
— Comunicad a Ezequías este mensaje del emperador, rey de Asiria: “¿En qué basas tu confianza?
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- ¿Piensas acaso que la estrategia y el valor militar son meras palabras? ¿En quién confías para osar rebelarte contra mí?
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- Veo que confías en Egipto, ese bastón de caña astillada que se clava y agujerea la mano de quien se apoya en él.
Sólo eso es el faraón, rey de Egipto, para quienes confían en él.
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- Y si me dices que confiáis en el Señor, vuestro Dios, ¿no es ese el Dios cuyos santuarios y altares demolió Ezequías, ordenando a Judá y a Jerusalén que sólo lo adoraran en este altar?”.
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- Haz, pues, una apuesta con mi señor, el rey de Asiria: te daré dos mil caballos si consigues otros tantos jinetes que los monten.
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- ¿Cómo te atreves a rechazar a uno de los subordinados de mi señor, confiando en que Egipto te va a suministrar carros y jinetes?
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- ¿Crees, además, que he venido a devastar este país sin el consentimiento del Señor? El Señor me ha dicho: Ataca este país y devástalo.
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- Eliaquín, Sobná y Joaj respondieron al copero mayor:
— Por favor, háblanos en arameo, que lo entendemos. No nos hables en hebreo delante de la gente que está en las murallas.
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- Contestó el copero mayor:
— ¿Acaso me ha enviado mi señor a comunicar este mensaje sólo a tu señor y a ti? También he de transmitirlo a la gente que está en la muralla, que acabará comiendo sus propios excrementos y bebiendo su propia orina junto contigo.
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- Entonces el copero mayor se puso en pie y les dijo en hebreo a voz en grito:
— Escuchad el mensaje del emperador, rey de Asiria;
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- que dice esto: “No os dejéis engañar por Ezequías, pues no podrá libraros de mi mano.
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- Que Ezequías no os haga confiar en el Señor, diciendo: ‘Estoy convencido de que el Señor nos salvará y no entregará esta ciudad en poder del rey de Asiria’.
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- No hagáis caso a Ezequías, pues esto dice el rey de Asiria: ‘Haced la paz conmigo y rendíos a mí;
de esta manera cada cual podrá seguir comiendo los frutos de su parra y de su higuera; y podrá seguir bebiendo agua de su pozo,
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- hasta que yo vaya en persona y os lleve a una tierra como la vuestra, una tierra de grano y de mosto, una tierra de mieses y viñas’.
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- Que no os engañe Ezequías diciendo que el Señor os librará.
¿Acaso los dioses de otras naciones las han podido librar del poder del rey de Asiria?
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- ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arpad? ¿Dónde los dioses de Sefarváin? ¿Acaso fueron capaces de librar a Samaría de mi poder?
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- Si ninguno de los dioses de esos países pudo librarlos de mi ataque, ¿pensáis que el Señor podrá librar a Jerusalén?”.
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- Ellos callaron, sin responder palabra, pues el rey había ordenado que no le respondieran.
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- Entonces el mayordomo de palacio Eliaquín, hijo de Jelcías, junto con el secretario Sobná y el canciller Joaj, hijo de Asaf, se presentaron ante Ezequías con las ropas rasgadas y le transmitieron el mensaje del copero mayor.
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