- Saludo
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- Santiago, servidor de Dios y de Jesucristo, el Señor, saluda a todos los miembros del pueblo de Dios dispersos por el mundo.
I.— UNA FE AUTÉNTICA Y COHERENTE (1,2—2,26) Fe y sabiduría
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- Alegraos profundamente, hermanos míos, cuando os sintáis cercados por toda clase de dificultades.
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- Es señal de que vuestra fe, al pasar por el crisol de la prueba, está dando frutos de perseverancia.
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- Pero es preciso que la perseverancia lleve a feliz término su empeño, para que seáis perfectos, cabales e intachables.
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- Si alguno de vosotros anda escaso de sabiduría, pídasela a Dios, que reparte a todos con largueza y sin echarlo en cara, y él se la dará.
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- Pero debe pedirla confiadamente, sin dudar, pues quien duda se parece a las olas del mar, que van y vienen agitadas por el viento.
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- Nada puede esperar de Dios una persona así,
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- indecisa e inconstante en todo cuanto emprende.
Pobreza y riqueza ante Dios
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- El hermano de humilde condición debe sentirse orgulloso de su dignidad.
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- El rico, en cambio, que se precie de ser humilde, pues se desvanecerá como la flor de la hierba.
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- En efecto, del mismo modo que, al calentar el sol con toda su fuerza, se seca la hierba y cae al suelo su flor, quedando en nada toda su hermosa apariencia, así fenecerán las empresas del rico.
En medio de la prueba
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- Dichoso quien resiste la prueba pues, una vez acrisolado, recibirá como corona la vida que el Señor ha prometido a quienes lo aman.
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- Nadie acosado por la tentación tiene derecho a decir: “Es Dios quien me pone en trance de caer”.
Dios está fuera del alcance del mal, y él tampoco instiga a nadie al mal.
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- Cada uno es puesto a prueba por su propia pasión desordenada, que lo arrastra y lo seduce.
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- Semejante pasión concibe y da a luz al pecado;
y este, una vez cometido, origina la muerte.
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- Hermanos míos queridos, no os engañéis.
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- Todo beneficio y todo don perfecto bajan de lo alto, del creador de la luz, en quien no hay cambios ni períodos de sombra.
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- Él, por su libre voluntad, nos engendró mediante la palabra de la verdad para que seamos como primeros frutos entre sus criaturas.
La auténtica conducta religiosa
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- Sabed, hermanos míos queridos, que es preciso ser diligentes para escuchar, parcos al hablar y remisos en airarse,
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- ya que el airado no es capaz de portarse con rectitud ante Dios.
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- Por tanto, renunciando a todo vicio y al mal que nos cerca por doquier, acoged dócilmente la palabra que, plantada en vosotros, es capaz de salvaros.
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- Pero se trata de que pongáis en práctica esa palabra y no simplemente que la oigáis, engañándoos a vosotros mismos.
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- Quien oye la palabra, pero no la pone en práctica, se parece a quien contempla su propio rostro en el espejo:
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- se mira y, en cuanto se va, se olvida sin más del aspecto que tenía.
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- Dichoso, en cambio, quien se entrega de lleno a la meditación de la ley perfecta —la ley de la libertad— y no se contenta con oirla, para luego olvidarla, sino que la pone en práctica.
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- Si alguno se hace ilusiones de ser religioso de verdad, pero no controla su lengua, se engaña a sí mismo y su religiosidad no vale para nada.
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- Esta es la religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre: asistir a los débiles y desvalidos en sus dificultades y mantenerse incontaminado del mundo.
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