- El cinturón de lino
- 1
- Me dijo el Señor:
— Ve a comprarte un cinturón de lino, y te lo ciñes a la cintura. Pero sin haberlo mojado antes.
- 2
- Compré el cinturón, como me había mandado el Señor, y me lo ceñí a la cintura.
- 3
- Entonces me dirigió el Señor la palabra por segunda vez, en estos términos:
- 4
- — Toma el cinturón que has comprado y que llevas puesto;
vete al Éufrates y cuando llegues, lo escondes en el hueco de una roca.
- 5
- Yo fui y lo escondí en el Éufrates, conforme me había ordenado el Señor.
- 6
- Después de cierto tiempo me dijo el Señor:
— Vete al Éufrates y cuando llegues, recoge el cinturón que te ordené esconder allí.
- 7
- Fui al Éufrates, excavé en el sitio donde lo había escondido y recogí el cinturón.
Y resulta que estaba podrido; no servía para nada.
- 8
- Entonces me llegó la palabra del Señor en estos términos:
- 9
- — Así dice el Señor: Del mismo modo dejaré que se pudra el orgullo de Judá y el desmedido orgullo de Jerusalén.
- 10
- Este pueblo canalla que se niega a escuchar mis palabras, que sigue la maldad de su mente retorcida, que va tras dioses extraños dándoles culto y adorándolos, acabará como este cinturón que no sirve para nada.
- 11
- Pues lo mismo que el cinturón se ajusta a la cintura del hombre, así hice yo que Israel y Judá se ajustaran a mí —oráculo del Señor—, de modo que fueran mi pueblo y mi renombre, mi gloria y mi honor.
Pero no me escucharon.
Las cántaras de vino
- 12
- Les dirás estas palabras:
— Así dice el Señor, Dios de Israel: Las cántaras se llenan de vino. Te contestarán: — ¿Te crees que no sabemos que las cántaras se llenan de vino?
- 13
- Tú insistirás:
— Así dice el Señor: Voy a poner borrachos perdidos a todos los habitantes de esta tierra, a los reyes que se sientan en el trono de David, a los sacerdotes, a los profetas y a todos los habitantes de Jerusalén.
- 14
- Haré que se destrocen entre sí, los padres con los hijos —oráculo del Señor—.
No pienso conmoverme; ni piedad ni compasión impedirán que los destruya.
Advertencia antes del final
- 15
- Escuchad y prestad atención
sin orgullo, que habla el Señor.
- 16
- Honrad al Señor, vuestro Dios,
antes de que irrumpa la oscuridad; antes de que tropiecen vuestros pies por los montes, a la hora del crepúsculo; antes de que la luz que esperáis se convierta en sombras mortales, se transforme en densa oscuridad.
- 17
- Pero si no escucháis, lloraré
en secreto vuestra arrogancia; mis ojos llorarán cuando se lleven deportado al rebaño del Señor.
Advertencia a la casa real
- 18
- Di al rey y a la reina madre:
Tomad asiento en el suelo, que ha caído de vuestras cabezas la corona de vuestra dignidad.
- 19
- Las ciudades del Négueb están cercadas,
sin nadie que pueda romper el cerco; Judá entera ha sido deportada, ha sido deportada por completo.
Suerte de Jerusalén, infiel y recalcitrante
- 20
- Levanta tus ojos,
mira a los que vienen del norte. ¿Dónde está el rebaño que se te confió, las ovejas que eran tu gloria?
- 21
- ¿Qué vas a decir, Jerusalén,
cuando ellos te castiguen, tú que les habías enseñado a tratarte como amigos? Seguro que te aprietan los dolores, igual que a mujer en parto.
- 22
- Dirás para tus adentros:
“¿Por qué me ocurre a mí esto?”. Debido a tus muchos pecados te alzan las faldas y te violan.
- 23
- ¿Cambia el etíope de piel
o un leopardo sus manchas? Lo mismo pasa con vosotros: ¿Podríais practicar el bien estando educados en el mal?
- 24
- Os aventaré como paja que vuela
cuando sopla el viento de la estepa.
- 25
- Esta es tu suerte, la paga medida
que te tengo asignada —oráculo del Señor—, por haberte olvidado de mí y haber confiado en la mentira.
- 26
- También yo te he levantado
el vestido hasta la cara: que se vean tus vergüenzas,
- 27
- adulterios y relinchos,
tus planes de prostituta. Por las colinas del campo vi tus abominaciones. ¡Ay de ti, Jerusalén, que no estás purificada! ¿Hasta cuándo todavía?
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