- 1
- Hermanos, deseo con todo mi corazón y le pido a Dios que salve a los israelitas.
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- Soy testigo de que buscan a Dios con ardor, pero sin el debido conocimiento.
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- Desconocen, en efecto, la fuerza salvadora divina y pretenden hacer valer la suya propia sin querer someterse a la de Dios.
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- Pero Cristo constituye el punto final de la ley y por él restablece Dios en su amistad a todo creyente.
Todos pueden alcanzar la salvación
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- En cuanto a la fuerza salvadora de la ley, así escribe Moisés : Quien cumpla la ley, encontrará vida en ella.
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- En cambio, de la fuerza salvadora de la fe dice así: No te inquietes preguntando: “¿Quién podrá subir al cielo?” —se sobreentiende que para hacer que Cristo baje—.
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- Ni tampoco: “¿ Quién bajará al abismo?” —se sobreentiende que para hacer surgir a Cristo de la muerte—.
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- Lo que dice la Escritura es esto: La palabra está muy cerca de ti.
Está en tus labios y en tu propio corazón. Y se trata de la palabra de fe que nosotros proclamamos.
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- Si, pues, tus labios confiesan que Jesús es el Señor y crees en tu interior que Dios lo hizo resucitar triunfante de la muerte, serás salvado.
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- Porque se necesita la fe interior del corazón para que Dios nos restablezca en su amistad, y la pública confesión de esa fe para obtener la salvación.
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- Pues dice la Escritura: Nadie que ponga en él su confianza quedará defraudado
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- Y no existe diferencia entre judío y no judío, ya que uno mismo es el Señor de todos, y su generosidad se desborda con todos los que lo invocan.
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- Por tanto, todo el que invoque el nombre del Señor se salvará.
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- Ahora bien, ¿cómo van a invocar a aquel en quien no creen? ¿Y cómo van a creer en él si no han oído su mensaje? ¿Y cómo van a oír su mensaje si nadie lo proclama?
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- ¿Y cómo lo van proclamar si no son enviados? Por eso dice la Escritura: ¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian buenas noticias!
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- Pero no todos han aceptado la buena noticia.
Lo dice Isaías: Señor, ¿quién ha creído nuestra proclamación?
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- En todo caso, la fe surge de la proclamación, y la proclamación se realiza mediante la palabra de Cristo.
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- Y yo pregunto: ¿Será que no han oído? ¡Por supuesto que sí! La voz de los mensajeros ha resonado en todo el mundo y sus palabras han llegado hasta el último rincón de la tierra.
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- Pero insisto: ¿será que Israel no ha entendido el mensaje? Oigamos en primer lugar lo que dice Moisés:
Haré que tengáis celos de un pueblo que no es mío, provocaré vuestro enojo mediante una nación no sabia.
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- Pero Isaías se atreve a más todavía:
Los que no me buscaban me encontraron; me manifesté a los que no preguntaban por mí.
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- En cambio, de Israel dice:
Todo el día he tenido mis manos tendidas a un pueblo indócil y rebelde.
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