IV.— LA CONDUCTA CRISTIANA (12,1—15,13)
La nueva vida en Cristo


1
Por el amor entrañable de Dios os lo pido, hermanos: presentaos a vosotros mismos como ofrenda viva, santa y agradable a Dios.
Ese ha de ser vuestro auténtico culto.
2
No os amoldéis a los criterios de este mundo;
al contrario, dejaos transformar y renovad vuestro interior de tal manera que sepáis apreciar lo que Dios quiere, es decir, lo bueno, lo que le es grato, lo perfecto.
3
En virtud del don que me ha sido otorgado me dirijo a todos y a cada uno de vosotros para que a nadie se le suban los humos a la cabeza, sino que cada uno se estime en lo justo, conforme al grado de fe que Dios le ha concedido.
4
Pues así como nuestro cuerpo, que es uno, consta de muchos miembros, y cada uno desempeña su cometido,
5
de la misma manera nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y en ese cuerpo cada uno es un miembro al servicio de los demás.
6
Y puesto que tenemos dones diferentes según la gracia que Dios nos ha otorgado, a quien haya concedido hablar en su nombre, hágalo sin apartarse de la fe;
7
el que sirve, que lo haga con diligencia;
el que enseña, con dedicación;
8
el que exhorta, aplicándose a exhortar;
el encargado de repartir a los necesitados, hágalo con generosidad;
el que preside, con solicitud;
y el que practica la misericordia, con alegría.
9
No hagáis de vuestro amor una comedia.
Aborreced el mal y abrazad el bien.
10
Amaos de corazón unos a otros como hermanos y que cada uno aprecie a los otros más que a sí mismo.
11
Si se trata de esforzaros, no seáis perezosos;
manteneos espiritualmente fervientes y prontos para el servicio del Señor.
12
Vivid alegres por la esperanza, animosos en la tribulación y constantes en la oración.
13
Solidarizaos con las necesidades de los creyentes;
practicad la hospitalidad;
14
bendecid a los que os persiguen y no maldigáis jamás.
15
Alegraos con los que están alegres y llorad con los que lloran.
16
Vivid en plena armonía unos con otros.
No ambicionéis grandezas, antes bien poneos al nivel de los humildes.
Y no presumáis de inteligentes.
17
A nadie devolváis mal por mal.
Esforzaos en hacer el bien ante cualquiera.
18
En cuanto de vosotros dependa, haced lo posible por vivir en paz con todo el mundo.
19
Y no os toméis la justicia por vuestra mano, queridos míos;
dejad que sea Dios quien castigue, según dice la Escritura:
A mí me corresponde castigar;
yo daré a cada cual su merecido
dice el Señor—.
20
A ti, en cambio, te dice:
Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer;
si tiene sed, dale de beber.
Así harás que su cara le arda de vergüenza.
21
No permitas que te venza el mal, antes bien, vence al mal a fuerza de bien.