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- ¿Estamos ya otra vez haciéndonos la propaganda? ¿Es que necesitamos, como ciertos individuos, presentarnos a ustedes con cartas de recomendación o recibirlas de ustedes?
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- ¡Nuestra carta de recomendación son ustedes mismos! La llevamos escrita en el corazón y todo el mundo puede conocerla y leerla.
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- Y bien se les nota que son carta de Cristo redactada por nosotros;
una carta escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en frías losas de piedra, sino en las páginas palpitantes del corazón.
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- Si hacemos gala de semejante confianza es porque la hemos alcanzado de Dios por medio de Cristo.
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- No presumimos, pues, de estar capacitados para hacer algo por cuenta propia;
nuestra capacidad proviene de Dios.
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- Él fue quien nos capacitó para ser ministros de una alianza nueva, basada no en la letra de la ley, sino en la fuerza del Espíritu;
y la letra de la ley es causa de muerte, mientras que el Espíritu lo es de vida.
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- Y si lo que era instrumento de muerte, grabado con letras sobre piedra, fue proclamado con tal gloria que los israelitas no podían fijar sus ojos en el rostro de Moisés a causa de su resplandor —que era perecedero—,
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- ¿no será mucho más glorioso lo que es instrumento del Espíritu?
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- Pues si lo que es instrumento de condenación estuvo rodeado de gloria, ¿no lo estará mucho más lo que es instrumento de salvación?
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- En efecto, lo que fue glorioso ha dejado de serlo al quedar eclipsado por una gloria más excelsa.
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- Porque si ya lo perecedero fue glorioso, mucho más glorioso será lo permanente.
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- Con una esperanza así, ¿no vamos a actuar con plena libertad?
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- Pues no es nuestro caso el de Moisés, que se cubría el rostro con un velo para evitar que los israelitas contemplaran el apagarse de un resplandor perecedero.
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- A pesar de todo, sus mentes siguen ofuscadas y el velo aquel, que sólo Cristo puede destruir, permanece sin descorrer hasta el día de hoy cuando leen las Escrituras de la antigua alianza.
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- Hasta hoy, efectivamente, un velo nubla su mente siempre que leen a Moisés;
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- sólo cuando se conviertan al Señor, desaparecerá el velo.
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- Y es que el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad.
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- En cuanto a nosotros, llevando todos el rostro descubierto y reflejando la gloria del Señor, vamos incorporando su imagen cada vez más resplandeciente bajo el influjo del Espíritu del Señor.
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