- El Señor cumplirá la promesa de su venida
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- Esta es ya, queridos, la segunda carta que les escribo.
En ambas pretendo despertar mediante recuerdos su sincera conciencia,
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- para que rememoren el mensaje anunciado en otro tiempo por los santos profetas, y el mandamiento del Señor y Salvador que les transmitieron sus apóstoles.
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- Sepan, ante todo, que en los últimos días harán acto de presencia charlatanes que vivirán a su antojo y andarán diciendo en son de burla:
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- “¿Qué hay de la promesa de su gloriosa venida? Porque ya han muerto nuestros mayores y todo sigue como al principio de la creación”.
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- Quienes así se pronuncian, olvidan que antaño existieron unos cielos y una tierra, a la que Dios, con su palabra, hizo surgir del agua y consolidó en medio del agua.
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- Aquel mundo pereció anegado por las aguas.
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- En cuanto a los cielos y la tierra actuales, la misma palabra divina los tiene reservados para el fuego, conservándolos hasta el día del juicio y de la destrucción de los impíos.
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- De cualquier modo, queridos, no deben olvidar que, para el Señor, un día es como mil años, y mil años como un día.
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- No es que el Señor se retrase en cumplir lo prometido, como algunos piensan;
es que tiene paciencia con ustedes y no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan.
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- Pero el día del Señor vendrá como un ladrón.
Entonces los cielos se derrumbarán con estrépito, los elementos del mundo quedarán pulverizados por el fuego y desaparecerá la tierra con cuanto hay en ella.
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- Si, pues, todo esto ha de ser aniquilado, ¡qué vida tan entregada a Dios y tan fiel debe ser la de ustedes,
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- mientras esperan y aceleran la venida del día de Dios! Ese día, en que los cielos arderán y se desintegrarán y en que los elementos del mundo se derretirán consumidos por el fuego.
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- Nosotros, sin embargo, confiados en la promesa de Dios, esperamos unos cielos nuevos y una tierra nueva que sean morada de rectitud.
Invitación al esfuerzo y a la vigilancia
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- Por tanto, queridos, en espera de tales acontecimientos, esfuércense por vivir en paz con Dios, limpios e intachables.
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- Consideren que la paciencia de nuestro Señor es para nosotros salvación.
En este sentido les ha escrito también nuestro querido hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le ha concedido.
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- Lo repite en todas las cartas en que trata estos temas y en las que hay algunas cosas difíciles de entender, que los ignorantes y poco formados en la fe interpretan torcidamente —como hacen con otros pasajes de las Escrituras—, buscándose con ello su propia ruina.
Conclusión
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- Están, pues, advertidos, mis queridos.
Monten guardia, para que no los seduzca el error de los libertinos ni se desmorone la firmeza que ahora tienen.
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- Y crezcan en gracia y en conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
A él la gloria ahora y por siempre. Amén.
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