- De nuevo Jesús cura en sábado
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- Sucedió que un sábado Jesús fue a comer a casa de uno de los jefe de los fariseos.
Ellos, que lo estaban espiando,
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- le colocaron delante un hombre enfermo de hidropesía.
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- Jesús, entonces, preguntó a los doctores de la ley y a los fariseos:
— ¿Está o no está permitido curar en sábado?
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- Pero ellos no contestaron.
Así que Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió.
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- Luego les dijo:
— Si a uno de ustedes se le cae el hijo o un buey en un pozo, ¿no correrá a sacarlo aunque sea en sábado?
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- A esto no pudieron contestar nada.
Lección de buen comportamiento
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- Al ver Jesús que los invitados escogían para sí los puestos de honor en la mesa, les dijo a modo de ejemplo:
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- — Cuando alguien te invite a un banquete de bodas, no te sientes en el lugar de honor, no sea que entre los invitados haya otro más importante que tú
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- y, cuando llegue el que los invitó a ambos, te diga: “Tienes que dejarle el sitio a este”, y entonces tengas que ir avergonzado a sentarte en el último lugar.
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- Al contrario, cuanto te inviten, siéntate en el último lugar;
así, al llegar el que te invitó, te dirá: “Amigo, sube hasta este lugar de más categoría”. Entonces aumentará tu prestigio delante de los otros invitados.
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- Porque a todo el que se ensalce a sí mismo, Dios lo humillará;
pero al que se humille a sí mismo, Dios lo ensalzará.
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- Dirigiéndose luego al que lo había invitado, le dijo:
— Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, a tus hermanos, a tus parientes o a tus vecinos ricos, porque después ellos te invitarán a ti y quedarás así recompensado.
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- Por el contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos.
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- Ellos no pueden corresponderte;
y precisamente por eso serás feliz, porque tendrás tu recompensa cuando los justos resuciten.
Parábola de la gran cena (Mt 22,1-10)
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- Al oír esto, uno de los que estaban sentados a la mesa dijo a Jesús:
— ¡Feliz aquel que sea invitado a comer en el reino de Dios!
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- Jesús le contestó:
— Una vez, un hombre dio una gran cena e invitó a muchos.
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- Cuando llegó el día de la cena, envió a su criado para que dijera a los invitados: “Vengan, que ya está todo preparado”.
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- Pero todos ellos, uno por uno, comenzaron a excusarse.
El primero dijo: “He comprado unas tierras y tengo que ir a verlas. Discúlpame, por favor”.
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- Otro dijo: “Acabo de comprar cinco yuntas de bueyes y tengo que ir a probarlas.
Discúlpame, por favor”.
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- El siguiente dijo: “No puedo ir, porque acabo de casarme”.
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- El criado volvió a casa y refirió a su señor lo que había ocurrido.
Entonces el dueño de la casa, muy enojado, ordenó a su criado: “Sal en seguida por las plazas y las calles de la ciudad y trae aquí a los pobres, los inválidos, los ciegos y los cojos”.
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- El criado volvió y le dijo: “Señor, he hecho lo que me ordenaste y aún quedan lugares vacíos”.
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- El señor le contestó: “Pues sal por los caminos y veredas y haz entrar a otros hasta que mi casa se llene.
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- Porque les digo que ninguno de los que estaban invitados llegará a probar mi cena”.
Condiciones para seguir a Jesús (Mt 10,37-38)
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- Iba mucha gente acompañando a Jesús.
Y él, dirigiéndose a ellos, les dijo:
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- — Si uno quiere venir conmigo y no está dispuesto a dejar padre, madre, mujer, hijos, hermanos y hermanas, e incluso a perder su propia vida, no podrá ser discípulo mío.
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- Como tampoco podrá serlo el que no esté dispuesto a cargar con su propia cruz para seguirme.
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- Si alguno de ustedes quiere construir una torre, ¿no se sentará primero a calcular los gastos y comprobar si tiene bastantes recursos para terminarla?
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- No sea que, una vez echados los cimientos, no pueda terminarla, y quede en ridículo ante todos los que, al verlo,
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- dirán: “Ese individuo se puso a construir, pero no pudo terminar”.
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- O bien: si un rey va a la guerra contra otro rey, ¿no se sentará primero a calcular si con diez mil soldados puede hacer frente a su enemigo, que avanza contra él con veinte mil?
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- Y si ve que no puede, cuando el otro rey esté aún lejos, le enviará una delegación para proponerle la paz.
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- Del mismo modo, aquel de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío.
La sal que se vuelve insípida (Mt 5,13; Mc 9,50)
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- La sal es buena;
pero si se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor?
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- Ya no es útil para la tierra ni sirve para abono, de modo que se tira.
Quien pueda entender esto, que lo entienda.
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