- Introducción (1,1-11)
Saludo
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- Pablo y Timoteo, siervos de Cristo Jesús, a todos los creyentes cristianos que viven en Filipos, junto con sus dirigentes y colaboradores.
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- Que Dios, nuestro Padre, y Jesucristo, el Señor, les concedan gracia y paz.
Acción de gracias y plegaria
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- Cada vez que los recuerdo, doy gracias a mi Dios,
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- y cuando ruego por ustedes, lo hago siempre lleno de alegría.
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- No en vano han colaborado conmigo en la difusión del mensaje evangélico desde el primer día hasta hoy.
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- Y estoy seguro de que Dios, que ha comenzado en ustedes una labor tan excelente, la llevará a feliz término en espera del día de Cristo Jesús.
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- ¿Acaso no está justificado esto que siento por ustedes? Los llevo muy dentro del corazón, ya que todos ustedes comparten conmigo este privilegio mío de la prisión y de poder defender y consolidar el mensaje evangélico.
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- Mi Dios es testigo de lo entrañablemente que los añoro a todos ustedes en Cristo Jesús.
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- Y esta es mi oración: que el amor que tienen crezca más y más y se traduzca en un profundo conocimiento experimental,
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- de manera que puedan discernir lo que es valioso, se conserven limpios e irreprochables en espera del día del Señor,
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- y sean colmados de los frutos de salvación que otorga Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios.
I.— PAPEL CENTRAL DE CRISTO (1,12—2,30) Cristo es lo único que importa
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- Quiero que sepan, hermanos, que la causa del mensaje evangélico ha sido favorecida con esta situación mía.
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- No sólo la guardia imperial en pleno, sino todos los demás han visto claramente que Cristo es la única razón de mi encarcelamiento.
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- Es más, mi prisión ha fortalecido la confianza en el Señor de buen número de hermanos, que ahora se atreven a proclamar la palabra con más valentía y sin temor.
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- Es verdad que mientras unos anuncian a Cristo con rectitud de intención, a otros los mueve la envidia y la rivalidad.
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- Aquellos lo hacen por amor, sabiendo que yo he recibido el encargo de defender el mensaje evangélico.
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- Estos otros, en cambio, al anunciar a Cristo se dejan llevar de la ambición y de turbios intereses, pensando que con ello hacen más dura mi prisión.
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- Pero ¡qué importa! Con segundas intenciones o sin ellas, Cristo es anunciado, y eso es lo que me hace y seguirá haciéndome feliz.
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- Sé que, gracias a las oraciones de ustedes y a la ayuda del Espíritu de Jesucristo, todo contribuirá a mi liberación.
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- Así lo espero ardientemente, con la certeza de que no voy a quedar en modo alguno defraudado y con la absoluta seguridad de que ahora y siempre Cristo manifestará su gloria en mi persona, tanto si estoy vivo como si estoy muerto.
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- Porque Cristo es la razón de mi vida, y la muerte, por tanto, me resulta una ganancia.
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- Pero si vivir en este mundo me ofrece la ocasión de una tarea fructífera, no sabría qué elegir.
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- Ambas cosas me presionan: por un lado, quiero morir y estar con Cristo, que es, con mucho, lo mejor;
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- por otro lado, ustedes necesitan que siga en este mundo.
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- Convencido de esto último, presiento que seguiré viviendo con todos ustedes para provecho y alegría de la fe.
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- Así, cuando vuelva a verlos, tendrán nuevos motivos, gracias a mí, para estar orgullosos de ser cristianos.
Firmes en la fe
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- Sólo les pido que su conducta sea digna del mensaje evangélico de Cristo para que, tanto si voy a visitarlos y yo mismo lo veo, como si estoy ausente y llega a mis oídos lo que se dice de ustedes, compruebe que permanecen unidos, luchando todos a una por mantenerse fieles al mensaje evangélico.
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- No se dejen, pues, intimidar por los enemigos;
Dios ha dispuesto que lo que para ellos es señal de perdición, sea para ustedes señal de salvación.
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- Y es que a ustedes se les ha concedido el privilegio no sólo de creer en Cristo, sino también de padecer por él,
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- pues están librando el mismo combate en el que me vieron empeñado y que, como ahora oyen, sigo sosteniendo.
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