VII.— SABIDURÍA DE LEMUEL (31)

1
Palabras de Lemuel, rey de Masá, que le enseñó su madre.


Instrucción real

2
¿Qué decirte, hijo mío,
hijo de mis entrañas,
hijo de mis promesas?
3
Que no entregues tu energía a las mujeres,
ni tu vigor a las que pierden a reyes.
4
No es digno de reyes, Lemuel,
no es digno de reyes beber vino,
ni de gobernantes consumir licores;
5
pues, si beben, olvidan la ley
y traicionan a los más humildes.
6
Den alcohol al desesperado
y vino al que está amargado:
7
que beba y olvide su miseria,
que no se acuerde más de sus penas.
8
Habla por el que no puede hablar,
sal en defensa de los desvalidos;
9
habla para juzgar con justicia
y para defender a humildes y pobres.


Conclusión: la mujer ideal

10
¿Quién encontrará a una mujer ideal?
Vale mucho más que las piedras preciosas.
11
Su marido confía plenamente en ella
y no le faltan ganancias.
12
Le da beneficios sin mengua
todos los días de su vida.
13
Adquiere lana y lino
y los trabaja con finas manos.
14
Es como un barco mercante
que de lejos trae provisiones.
15
Se levanta cuando aún es de noche
para dar de comer a su familia
y organizar a sus criadas.
16
Examina y compra tierras,
con sus ganancias planta viñas.
17
Se arremanga con decisión
y trabaja con energía.
18
Comprueba si sus negocios van bien
y de noche no apaga su lámpara.
19
Sus manos se aplican al telar
y sus dedos manejan la aguja.
20
Tiende sus manos al necesitado
y ofrece su ayuda al indigente.
21
No teme por su familia cuando nieva,
pues todos los suyos van bien abrigados.
22
Fabrica sus propias mantas
y se viste con las telas más finas.
23
Su marido es conocido en la ciudad
y se sienta con los ancianos del lugar.
24
Teje y vende prendas de lino
y provee de cinturones al comerciante.
25
Va vestida de fuerza y dignidad
y mira con optimismo el porvenir.
26
Abre su boca con sabiduría
y su lengua instruye con cariño.
27
Vigila la marcha de su casa
y no come el pan de balde.
28
Sus hijos se apresuran a felicitarla
y su marido entona su alabanza:
29
Muchas mujeres han hecho proezas,
¡pero tú las superas a todas!”.
30
Engañoso es el encanto y fugaz la belleza;
la mujer que respeta al Señor es digna de alabanza.
31
Recompénsenle el fruto de su trabajo
y que sus obras publiquen su alabanza.