- Un cielo nuevo y una tierra nueva
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- Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva.
Nada quedaba del primer cielo ni de la primera tierra; nada del antiguo mar.
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- Vi también bajar del cielo la ciudad santa, la nueva Jerusalén.
Venía de Dios, ataviada como una novia que se engalana para su esposo.
- 3
- Y oí una voz poderosa que decía desde el trono:
— Esta es la morada que Dios ha establecido entre los seres humanos. Habitará con ellos, ellos serán su pueblo y él será su Dios.
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- Enjugará las lágrimas de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni luto, ni llanto, ni dolor, porque todo lo viejo ha desaparecido.
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- El que estaba sentado en el trono anunció:
— Voy a hacer nuevas todas las cosas. Y añadió: — Palabras verdaderas y dignas de crédito son estas. ¡Escríbelas!
- 6
- Finalmente, me dijo:
— ¡Ya está hecho! Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al sediento le daré a beber gratis del manantial del agua de la vida.
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- Al vencedor le reservo esta herencia: yo seré su Dios y él será mi hijo.
- 8
- Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los embaucadores están destinados al lago ardiente de fuego y azufre, es decir, a la segunda muerte.
La nueva Jerusalén
- 9
- Uno de los siete ángeles que llevaban las siete copas con las siete últimas calamidades, se acercó a mí y me dijo:
— ¡Ven! Quiero mostrarte la novia, la esposa del Cordero.
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- Me llevó, pues, en visión a una montaña altísima.
Allí me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo enviada por Dios,
- 11
- resplandeciente de gloria divina.
Su brillo era como el de una piedra preciosa deslumbrante, como el del jaspe cristalino.
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- Su muralla era alta y maciza, y doce ángeles custodiaban sus doce puertas, en las que estaban grabados los nombres de las doce tribus de Israel.
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- Tres puertas daban al oriente y tres al norte;
tres al sur y tres al occidente.
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- La muralla se asienta sobre doce pilares, que tienen grabados los nombres de los doce apóstoles del Cordero.
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- El ángel que hablaba conmigo tenía una vara de oro para medir la ciudad, sus puertas y sus murallas.
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- La ciudad estaba edificada sobre una planta cuadrada: igual de larga que de ancha.
El ángel midió la ciudad con la vara, y resultaron doce mil estadios. Lo mismo medía de largo, de ancho y de alto.
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- Luego midió la muralla, que resultó de ciento cuarenta y cuatro codos;
todo ello según las medidas humanas utilizadas por el ángel.
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- Toda la muralla era de jaspe, y la ciudad, de oro puro semejante a límpido cristal.
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- Los pilares sobre los que se asentaba la muralla de la ciudad estaban adornados con toda clase de piedras preciosas.
El primer pilar era de jaspe; el segundo de zafiro; el tercero de calcedonia; el cuarto de esmeralda;
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- el quinto de sardonio;
el sexto de cornalina; el séptimo de crisólito; el octavo de berilo; el noveno de topacio; el décimo de crisopasa; el undécimo de jacinto, y el duodécimo de amatista.
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- En cuanto a las doce puertas, eran doce perlas.
Cada puerta estaba hecha de una sola perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro, como cristal transparente.
Dios y el Cordero son la luz
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- Pero no vi templo alguno en la ciudad, porque el Señor Dios, dueño de todo, y el Cordero son su Templo.
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- Tampoco necesita sol ni luna que la alumbren;
la ilumina la gloria de Dios, y su antorcha es el Cordero.
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- La luz de esta ciudad alumbrará el destino de los pueblos, y los reyes del mundo vendrán a rendirle homenaje.
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- No se cerrarán sus puertas al anochecer pues allí no habrá noche;
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- y le llevarán como ofrenda el poderío y la riqueza de los pueblos.
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- Y nada manchado entrará en ella: ningún depravado, ningún embaucador;
tan sólo los inscritos en el libro de la vida del Cordero.
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