- El hombre de Dios que llegó de Judá
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- Sucedió que un hombre de Dios fue desde Judá hasta Betel en obediencia a la palabra del Señor.
Cuando Jeroboán, de pie junto al altar, se disponía a quemar incienso,
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- el hombre de Dios, en obediencia a la palabra del Señor, gritó: «¡Altar, altar! Así dice el Señor: “En la familia de David nacerá un hijo llamado Josías, el cual sacrificará sobre ti a estos sacerdotes de *altares paganos que aquí queman incienso.
¡Sobre ti se quemarán huesos *humanos!” »
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- Aquel mismo día el hombre de Dios ofreció una señal: «Ésta es la señal que el Señor les da: ¡El altar será derribado, y las cenizas se esparcirán!»
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- Al oír la sentencia que el hombre de Dios pronunciaba contra el altar de Betel, el rey extendió el brazo desde el altar y dijo: «¡Agárrenlo!» Pero el brazo que había extendido contra el hombre se le paralizó, de modo que no podía contraerlo.
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- En ese momento el altar se vino abajo y las cenizas se esparcieron, según la señal que, en obediencia a la palabra del Señor, les había dado el hombre de Dios.
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- Entonces el rey le dijo al hombre de Dios:
—¡Apacigua al Señor tu Dios! ¡Ora por mí, para que se me cure el brazo! El hombre de Dios suplicó al Señor, y al rey se le curó el brazo, quedándole como antes.
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- Luego el rey le dijo al hombre de Dios:
—Ven a casa conmigo, y come algo; además, quiero hacerte un regalo.
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- Pero el hombre de Dios le respondió al rey:
—Aunque usted me diera la mitad de sus posesiones, no iría a su casa. Aquí no comeré pan ni beberé agua,
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- porque así me lo ordenó el Señor.
Me dijo: “No comas pan, ni bebas agua, ni regreses por el mismo camino.”
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- De modo que tomó un camino diferente al que había tomado para ir a Betel.
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- En ese tiempo vivía en Betel cierto profeta anciano.
Sus hijos fueron a contarle todo lo que el hombre de Dios había hecho allí aquel día, y lo que le había dicho al rey.
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- Su padre les preguntó:
—¿Por dónde se fue? Sus hijos le indicaron el camino que había tomado el hombre de Dios que había llegado de Judá,
- 13
- y el padre les ordenó:
—Aparéjenme un asno, para que lo monte. Cuando el asno estuvo listo, el profeta anciano lo montó
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- y se fue tras el hombre de Dios.
Lo encontró sentado debajo de una encina, y le preguntó: —¿Eres tú el hombre de Dios que vino de Judá? —Sí, lo soy —respondió.
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- Entonces el profeta le dijo:
—Ven a comer a mi casa.
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- —No puedo volver contigo ni acompañarte —respondió el hombre de Dios—;
tampoco puedo comer pan ni beber agua contigo en este lugar,
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- pues el Señor me ha dado esta orden: “No comas pan ni bebas agua allí, ni regreses por el mismo camino.”
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- El anciano replicó:
—También yo soy profeta, como tú. Y un ángel, obedeciendo a la palabra del Señor, me dijo: “Llévalo a tu casa para que coma pan y beba agua.” Así lo engañó,
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- y el hombre de Dios volvió con él, y comió y bebió en su casa.
- 20
- Mientras estaban sentados a la mesa, la palabra del Señor vino al profeta que lo había hecho volver.
- 21
- Entonces el profeta le anunció al hombre de Dios que había llegado de Judá:
—Así dice el Señor: “Has desafiado la palabra del Señor y no has cumplido la orden que el Señor tu Dios te dio.
- 22
- Has vuelto para comer pan y beber agua en el lugar donde él te dijo que no lo hicieras.
Por lo tanto, no será sepultado tu cuerpo en la tumba de tus antepasados.”
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- Cuando el hombre de Dios terminó de comer y beber, el profeta que lo había hecho volver le aparejó un asno,
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- y el hombre de Dios se puso en camino.
Pero un león le salió al paso y lo mató, dejándolo tendido en el camino. Sin embargo, el león y el asno se quedaron junto al cuerpo.
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- Al ver el cuerpo tendido, y al león cuidando el cuerpo, los que pasaban por el camino llevaron la noticia a la ciudad donde vivía el profeta anciano.
- 26
- Cuando el profeta que lo había hecho volver de su viaje se enteró de eso, dijo: «Ahí tienen al hombre de Dios que desafió la palabra del Señor.
Por eso el Señor lo entregó al león, que lo ha matado y despedazado, como la palabra del Señor se lo había advertido.»
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- Luego el profeta les dijo a sus hijos: «Aparéjenme el asno.» En cuanto lo hicieron,
- 28
- el profeta salió y encontró el cuerpo tendido en el camino, con el asno y el león junto a él.
El león no se había comido el cadáver, ni había despedazado al asno.
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- Entonces el profeta levantó el cadáver del hombre de Dios, lo puso sobre el asno y se lo llevó de vuelta a la ciudad para hacer duelo por él y enterrarlo.
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- Luego lo puso en la tumba de su propiedad, e hicieron duelo por él, clamando: «¡Ay, hermano mío!»
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- Después de enterrarlo, el profeta les dijo a sus hijos: «Cuando yo muera, entiérrenme en la misma tumba donde está enterrado el hombre de Dios, y pongan mis huesos junto a los suyos.
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- Porque ciertamente se cumplirá la sentencia que, en obediencia a la palabra del Señor, él pronunció contra el altar de Betel y contra todos los santuarios paganos que están en los montes de las ciudades de Samaria.»
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- Con todo, Jeroboán no cambió su mala conducta, sino que una vez más puso como sacerdotes para los santuarios paganos a toda clase de gente.
A cualquiera que deseaba ser sacerdote de esos santuarios, él lo consagraba como tal.
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- Esa conducta llevó a la dinastía de Jeroboán a pecar, y causó su caída y su desaparición de la faz de la tierra.
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