- David le perdona la vida a Saúl
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- Cuando Saúl regresó de perseguir a los filisteos, le informaron que David estaba en el desierto de Engadi.
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- Entonces Saúl tomó consigo tres batallones de hombres escogidos de todo Israel, y se fue por los Peñascos de las Cabras, en busca de David y de sus hombres.
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- Por el camino, llegó a un redil de ovejas;
y como había una cueva en el lugar, entró allí para hacer sus necesidades. David estaba escondido en el fondo de la cueva, con sus hombres,
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- y éstos le dijeron:
—En verdad, hoy se cumple la promesa que te hizo el Señor cuando te dijo: “Yo pondré a tu enemigo en tus manos, para que hagas con él lo que mejor te parezca.” David se levantó y, sin hacer ruido, cortó el borde del manto de Saúl.
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- Pero le remordió la conciencia por lo que había hecho,
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- y les dijo a sus hombres:
—¡Que el Señor me libre de hacerle al rey lo que ustedes sugieren! No puedo alzar la mano contra él, porque es el *ungido del Señor.
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- De este modo David contuvo a sus hombres, y no les permitió que atacaran a Saúl.
Pero una vez que éste salió de la cueva para proseguir su camino,
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- David lo siguió, gritando:
—¡Majestad, Majestad! Saúl miró hacia atrás, y David, postrándose rostro en tierra, se inclinó
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- y le dijo:
—¿Por qué hace caso Su Majestad a los que dicen que yo quiero hacerle daño?
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- Usted podrá ver con sus propios ojos que hoy mismo, en esta cueva, el Señor lo había entregado en mis manos.
Mis hombres me incitaban a que lo matara, pero yo respeté su vida y dije: “No puedo alzar la mano contra el rey, porque es el ungido del Señor.”
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- Padre mío, mire usted el borde de su manto que tengo en la mano.
Yo corté este pedazo, pero a usted no lo maté. Reconozca que yo no intento hacerle mal ni traicionarlo. Usted, sin embargo, me persigue para quitarme la *vida, aunque yo no le he hecho ningún agravio.
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- ¡Que el Señor juzgue entre nosotros dos! ¡Y que el Señor me vengue de usted! Pero mi mano no se alzará contra usted.
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- Como dice el antiguo refrán: “De los malos, la maldad”;
por eso mi mano jamás se alzará contra usted.
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- »¿Contra quién ha salido el rey de Israel? ¿A quién persigue? ¡A un perro muerto! ¡A una pulga!
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- ¡Que sea el Señor quien juzgue y dicte la sentencia entre nosotros dos! ¡Que examine mi causa, y me defienda y me libre de usted!
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- Cuando David terminó de hablar, Saúl le preguntó:
—David, hijo mío, ¡pero si eres tú quien me habla! Y alzando la voz, se echó a llorar.
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- —Has actuado mejor que yo —continuó Saúl—.
Me has devuelto bien por mal.
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- Hoy me has hecho reconocer lo bien que me has tratado, pues el Señor me entregó en tus manos, y no me mataste.
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- ¿Quién encuentra a su enemigo y le perdona la vida?¡Que el Señor te recompense por lo bien que me has tratado hoy!
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- Ahora caigo en cuenta de que tú serás el rey, y de que consolidarás el reino de Israel.
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- Júrame entonces, por el Señor, que no exterminarás mi descendencia ni borrarás el *nombre de mi familia.
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- David se lo juró.
Luego Saúl volvió a su palacio, y David y sus hombres subieron al refugio.
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