- Absalón regresa a Jerusalén
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- Joab hijo de Sarvia se dio cuenta de que el rey extrañaba mucho a Absalón.
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- Por eso mandó traer a una mujer muy astuta, la cual vivía en Tecoa, y le dijo:
—Quiero que te vistas de luto, y que no te eches perfume, sino que finjas estar de duelo, como si llevaras mucho tiempo llorando la muerte de alguien.
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- Luego Joab le ordenó presentarse ante el rey, explicándole antes lo que tenía que decirle.
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- Cuando aquella mujer de Tecoa se presentó ante el rey, le hizo una reverencia y se postró rostro en tierra.
—¡Ayúdeme, Su Majestad! —exclamó.
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- —¿Qué te pasa? —le preguntó el rey.
—Soy una pobre viuda —respondió ella—; mi esposo ha muerto.
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- Esta servidora de Su Majestad tenía dos hijos, los cuales se pusieron a pelear en el campo.
Como no había nadie que los separara, uno de ellos le asestó un golpe al otro y lo mató.
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- Pero ahora resulta que toda la familia se ha puesto en contra de esta servidora de Su Majestad.
Me exigen que entregue al asesino para que lo maten, y así vengar la muerte de su hermano, aunque al hacerlo eliminen al heredero. La verdad es que de esa manera apagarían la última luz de esperanza que me queda, y dejarían a mi esposo sin *nombre ni descendencia sobre la tierra.
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- —Regresa a tu casa, que yo me encargaré de este asunto —respondió el rey.
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- Pero la mujer de Tecoa replicó:
—Su Majestad, que la culpa caiga sobre mí y sobre mi familia, y no sobre el rey ni su trono.
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- —Si alguien te amenaza —insistió el rey—, tráemelo para que no vuelva a molestarte.
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- Entonces ella le suplicó:
—¡Ruego a Su Majestad invocar al Señor su Dios, para que quien deba vengar la muerte de mi hijo no aumente mi desgracia matando a mi otro hijo! —¡Tan cierto como que el Señor vive —respondió el rey—, juro que tu hijo no perderá ni un solo cabello!
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- Pero la mujer siguió diciendo:
—Permita Su Majestad a esta servidora suya decir algo más. —Habla.
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- —¿Cómo es que Su Majestad intenta hacer lo mismo contra el pueblo de Dios? Al prometerme usted estas cosas, se declara culpable, pues no deja regresar a su hijo desterrado.
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- Así como el agua que se derrama en tierra no se puede recoger, así también todos tenemos que morir.
Pero Dios no nos arrebata la *vida, sino que provee los medios para que el desterrado no siga separado de él para siempre.
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- »Yo he venido a hablar con Su Majestad porque hay gente que me ha infundido temor.
He pensado: “Voy a hablarle al rey; tal vez me conceda lo que le pida,
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- librándonos a mí y a mi hijo de quien quiere eliminarnos, para quedarse con la heredad que Dios nos ha dado.”
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- »Pensé, además, que su palabra me traería alivio, pues Su Majestad es como un ángel de Dios, que sabe distinguir entre lo bueno y lo malo.
¡Que el Señor su Dios lo bendiga!
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- Al llegar a este punto, el rey le dijo a la mujer:
—Voy a hacerte una pregunta, y te pido que no me ocultes nada. —Dígame usted.
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- —¿Acaso no está Joab detrás de todo esto?
La mujer respondió: —Juro por la vida de Su Majestad que su pregunta ha dado en el blanco. En efecto, fue su siervo Joab quien me instruyó y puso en mis labios todo lo que he dicho.
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- Lo hizo para disimular el asunto, pero Su Majestad tiene la sabiduría de un ángel de Dios, y sabe todo lo que sucede en el país.
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- Entonces el rey llamó a Joab y le dijo:
—Estoy de acuerdo. Anda, haz que regrese el joven Absalón.
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- Postrándose rostro en tierra, Joab le hizo una reverencia al rey y le dio las gracias, añadiendo:
—Hoy sé que cuento con el favor de mi señor y rey, pues usted ha accedido a mi petición.
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- Dicho esto, Joab emprendió la marcha a Guesur, y regresó a Jerusalén con Absalón.
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- Pero el rey dio esta orden: «Que se retire a su casa, y que nunca me visite.» Por tanto, Absalón tuvo que irse a su casa sin presentarse ante el rey.
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- En todo Israel no había ningún hombre tan admirado como Absalón por su hermosura;
era perfecto de pies a cabeza.
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- Tenía una cabellera tan pesada que una vez al año tenía que cortársela;
y según la medida oficial, el pelo cortado pesaba dos kilos.
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- Además, tuvo tres hijos y una hija.
Su hija, que se llamaba Tamar, llegó a ser una mujer muy hermosa.
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- Absalón vivió en Jerusalén durante dos años sin presentarse ante el rey.
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- Un día, le pidió a Joab que fuera a ver al rey, pero Joab no quiso ir.
Se lo volvió a pedir, pero Joab se negó a hacerlo.
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- Así que Absalón dio esta orden a sus criados: «Miren, Joab ha sembrado cebada en el campo que tiene junto al mío.
¡Vayan y préndanle fuego!» Los criados fueron e incendiaron el campo de Joab.
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- Entonces éste fue en seguida a casa de Absalón y le reclamó:
—¿Por qué tus criados le han prendido fuego a mi campo?
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- Y Absalón le respondió:
—Te pedí que fueras a ver al rey y le preguntaras para qué he vuelto de Guesur. ¡Más me habría valido quedarme allá! Voy a presentarme ante el rey, y si soy culpable de algo, ¡que me mate!
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- Joab fue a comunicárselo al rey;
éste, por su parte, mandó llamar a Absalón, el cual se presentó ante el rey y, postrándose rostro en tierra, le hizo una reverencia. A su vez, el rey recibió a Absalón con un beso.
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