- El sacrificio de Cristo, ofrecido una vez y para siempre
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- La ley es sólo una sombra de los bienes venideros, y no la presencia misma de estas realidades.
Por eso nunca puede, mediante los mismos sacrificios que se ofrecen sin cesar año tras año, hacer *perfectos a los que adoran.
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- De otra manera, ¿no habrían dejado ya de hacerse sacrificios? Pues los que rinden culto, *purificados de una vez por todas, ya no se habrían sentido culpables de pecado.
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- Pero esos sacrificios son un recordatorio anual de los pecados,
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- ya que es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.
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- Por eso, al entrar en el mundo, *Cristo dijo:
«A ti no te complacen sacrificios ni ofrendas; en su lugar, me preparaste un cuerpo;
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- no te agradaron ni holocaustos
ni sacrificios por el pecado.
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- Por eso dije: “Aquí me tienes
—como el libro dice de mí—. He venido, oh Dios, a hacer tu voluntad.” »
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- Primero dijo: «Sacrificios y ofrendas, holocaustos y expiaciones no te complacen ni fueron de tu agrado» (a pesar de que la ley exigía que se ofrecieran).
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- Luego añadió: «Aquí me tienes: He venido a hacer tu voluntad.» Así quitó lo primero para establecer lo segundo.
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- Y en virtud de esa voluntad somos *santificados mediante el sacrificio del cuerpo de *Jesucristo, ofrecido una vez y para siempre.
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- Todo sacerdote celebra el culto día tras día ofreciendo repetidas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados.
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- Pero este sacerdote, después de ofrecer por los pecados un solo sacrificio para siempre, se sentó a la *derecha de Dios,
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- en espera de que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies.
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- Porque con un solo sacrificio ha hecho perfectos para siempre a los que está santificando.
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- También el Espíritu Santo nos da testimonio de ello.
Primero dice:
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- «Éste es el pacto que haré con ellos
después de aquel tiempo —dice el Señor—: Pondré mis leyes en su corazón, y las escribiré en su mente.»
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- Después añade:
«Y nunca más me acordaré de sus pecados y maldades.»
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- Y cuando éstos han sido perdonados, ya no hace falta otro sacrificio por el pecado.
Llamada a la perseverancia
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- Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo,
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- por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo;
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- y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios.
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- Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura.
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- Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.
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- Preocupémonos los unos por los otros, a fin de estimularnos al amor y a las buenas obras.
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- No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca.
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- Si después de recibir el conocimiento de la verdad pecamos obstinadamente, ya no hay sacrificio por los pecados.
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- Sólo queda una terrible expectativa de juicio, el fuego ardiente que ha de devorar a los enemigos de Dios.
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- Cualquiera que rechazaba la ley de Moisés moría irremediablemente por el testimonio de dos o tres testigos.
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- ¿Cuánto mayor castigo piensan ustedes que merece el que ha pisoteado al Hijo de Dios, que ha profanado la sangre del pacto por la cual había sido *santificado, y que ha insultado al Espíritu de la gracia?
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- Pues conocemos al que dijo: «Mía es la venganza;
yo pagaré»; y también: «El Señor juzgará a su pueblo.»
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- ¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo!
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- Recuerden aquellos días pasados cuando ustedes, después de haber sido iluminados, sostuvieron una dura lucha y soportaron mucho sufrimiento.
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- Unas veces se vieron expuestos públicamente al insulto y a la persecución;
otras veces se solidarizaron con los que eran tratados de igual manera.
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- También se compadecieron de los encarcelados, y cuando a ustedes les confiscaron sus bienes, lo aceptaron con alegría, conscientes de que tenían un patrimonio mejor y más permanente.
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- Así que no pierdan la confianza, porque ésta será grandemente recompensada.
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- Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido.
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- Pues dentro de muy poco tiempo,
«el que ha de venir vendrá, y no tardará.
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- Pero mi justo vivirá por la fe.
Y si se vuelve atrás, no será de mi agrado.»
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- Pero nosotros no somos de los que se vuelven atrás y acaban por perderse, sino de los que tienen fe y preservan su *vida.
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