- La mujer sorprendida en adulterio
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- Pero Jesús se fue al monte de los Olivos.
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- Al amanecer se presentó de nuevo en el *templo.
Toda la gente se le acercó, y él se sentó a enseñarles.
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- Los *maestros de la ley y los *fariseos llevaron entonces a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola en medio del grupo
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- le dijeron a Jesús:
—Maestro, a esta mujer se le ha sorprendido en el acto mismo de adulterio.
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- En la ley Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres.
¿Tú qué dices?
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- Con esta pregunta le estaban tendiendo una *trampa, para tener de qué acusarlo.
Pero Jesús se inclinó y con el dedo comenzó a escribir en el suelo.
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- Y como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo:
—Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra.
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- E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo.
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- Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta dejar a Jesús solo con la mujer, que aún seguía allí.
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- Entonces él se incorporó y le preguntó:
—Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?
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- —Nadie, Señor.
—Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar.
Validez del testimonio de Jesús
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- Una vez más Jesús se dirigió a la gente, y les dijo:
—Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.
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- —Tú te presentas como tu propio testigo —alegaron los *fariseos—, así que tu testimonio no es válido.
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- —Aunque yo sea mi propio testigo —repuso Jesús—, mi testimonio es válido, porque sé de dónde he venido y a dónde voy.
Pero ustedes no saben de dónde vengo ni a dónde voy.
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- Ustedes juzgan según criterios *humanos;
yo, en cambio, no juzgo a nadie.
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- Y si lo hago, mis juicios son válidos porque no los emito por mi cuenta sino en unión con el Padre que me envió.
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- En la ley de ustedes está escrito que el testimonio de dos personas es válido.
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- Uno de mis testigos soy yo mismo, y el Padre que me envió también da testimonio de mí.
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- —¿Dónde está tu padre?
—Si supieran quién soy yo, sabrían también quién es mi Padre.
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- Estas palabras las dijo Jesús en el lugar donde se depositaban las ofrendas, mientras enseñaba en el *templo.
Pero nadie le echó mano porque aún no había llegado su tiempo.
Yo no soy de este mundo
- 21
- De nuevo Jesús les dijo:
—Yo me voy, y ustedes me buscarán, pero en su pecado morirán. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir.
- 22
- Comentaban, por tanto, los judíos: «¿Acaso piensa suicidarse? ¿Será por eso que dice: “Adonde yo voy, ustedes no pueden ir”?»
- 23
- —Ustedes son de aquí abajo —continuó Jesús—;
yo soy de allá arriba. Ustedes son de este mundo; yo no soy de este mundo.
- 24
- Por eso les he dicho que morirán en sus pecados, pues si no creen que yo soy el que afirmo ser, en sus pecados morirán.
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- —¿Quién eres tú? —le preguntaron.
—En primer lugar, ¿qué tengo que explicarles? —contestó Jesús—.
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- Son muchas las cosas que tengo que decir y juzgar de ustedes.
Pero el que me envió es veraz, y lo que le he oído decir es lo mismo que le repito al mundo.
- 27
- Ellos no entendieron que les hablaba de su Padre.
- 28
- Por eso Jesús añadió:
—Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, sabrán ustedes que yo soy, y que no hago nada por mi propia cuenta, sino que hablo conforme a lo que el Padre me ha enseñado.
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- El que me envió está conmigo;
no me ha dejado solo, porque siempre hago lo que le agrada.
- 30
- Mientras aún hablaba, muchos creyeron en él.
Los hijos de Abraham
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- Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo:
—Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos;
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- y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.
- 33
- —Nosotros somos descendientes de Abraham —le contestaron—, y nunca hemos sido esclavos de nadie.
¿Cómo puedes decir que seremos liberados?
- 34
- —Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado —respondió Jesús—.
- 35
- Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia;
pero el hijo sí se queda en ella para siempre.
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- Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.
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- Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham.
Sin embargo, procuran matarme porque no está en sus planes aceptar mi palabra.
- 38
- Yo hablo de lo que he visto en presencia del Padre;
así también ustedes, hagan lo que del Padre han escuchado.
- 39
- —Nuestro padre es Abraham —replicaron.
—Si fueran hijos de Abraham, harían lo mismo que él hizo.
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- Ustedes, en cambio, quieren matarme, ¡a mí, que les he expuesto la verdad que he recibido de parte de Dios! Abraham jamás haría tal cosa.
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- Las obras de ustedes son como las de su padre.
—Nosotros no somos hijos nacidos de prostitución —le reclamaron—. Un solo Padre tenemos, y es Dios mismo.
Los hijos del diablo
- 42
- —Si Dios fuera su Padre —les contestó Jesús—, ustedes me amarían, porque yo he venido de Dios y aquí me tienen.
No he venido por mi propia cuenta, sino que él me envió.
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- ¿Por qué no entienden mi modo de hablar? Porque no pueden aceptar mi palabra.
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- Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir.
Desde el principio éste ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira!
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- Y sin embargo a mí, que les digo la verdad, no me creen.
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- ¿Quién de ustedes me puede probar que soy culpable de pecado? Si digo la verdad, ¿por qué no me creen?
- 47
- El que es de Dios escucha lo que Dios dice.
Pero ustedes no escuchan, porque no son de Dios.
Declaración de Jesús acerca de sí mismo
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- —¿No tenemos razón al decir que eres un samaritano, y que estás endemoniado? —replicaron los judíos.
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- —No estoy poseído por ningún demonio —contestó Jesús—.
Tan sólo honro a mi Padre; pero ustedes me deshonran a mí.
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- Yo no busco mi propia gloria;
pero hay uno que la busca, y él es el juez.
- 51
- Ciertamente les aseguro que el que cumple mi palabra, nunca morirá.
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- —¡Ahora estamos convencidos de que estás endemoniado! —exclamaron los judíos—.
Abraham murió, y también los profetas, pero tú sales diciendo que si alguno guarda tu palabra, nunca morirá.
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- ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Abraham? Él murió, y también murieron los profetas.
¿Quién te crees tú?
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- —Si yo me glorifico a mí mismo —les respondió Jesús—, mi gloria no significa nada.
Pero quien me glorifica es mi Padre, el que ustedes dicen que es su Dios,
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- aunque no lo conocen.
Yo, en cambio, sí lo conozco. Si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes; pero lo conozco y cumplo su palabra.
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- Abraham, el padre de ustedes, se regocijó al pensar que vería mi día;
y lo vio y se alegró.
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- —Ni a los cincuenta años llegas —le dijeron los judíos—, ¿y has visto a Abraham?
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- —Ciertamente les aseguro que, antes de que Abraham naciera, ¡yo soy!
- 59
- Entonces los judíos tomaron piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió inadvertido del templo.
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