- Jesús envía a los doce
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- Habiendo reunido a los doce, Jesús les dio poder y autoridad para expulsar a todos los demonios y para sanar enfermedades.
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- Entonces los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.
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- «No lleven nada para el camino: ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni dos mudas de ropa —les dijo—.
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- En cualquier casa que entren, quédense allí hasta que salgan del pueblo.
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- Si no los reciben bien, al salir de ese pueblo, sacúdanse el polvo de los pies como un testimonio contra sus habitantes.»
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- Así que partieron y fueron por todas partes de pueblo en pueblo, predicando el evangelio y sanando a la gente.
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- Herodes el tetrarca se enteró de todo lo que estaba sucediendo.
Estaba perplejo porque algunos decían que Juan había *resucitado;
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- otros, que se había aparecido Elías;
y otros, en fin, que había resucitado alguno de los antiguos profetas.
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- Pero Herodes dijo: «A Juan mandé que le cortaran la cabeza;
¿quién es, entonces, éste de quien oigo tales cosas?» Y procuraba verlo.
Jesús alimenta a los cinco mil
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- Cuando regresaron los apóstoles, le relataron a Jesús lo que habían hecho.
Él se los llevó consigo y se retiraron solos a un pueblo llamado Betsaida,
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- pero la gente se enteró y lo siguió.
Él los recibió y les habló del reino de Dios. También sanó a los que lo necesitaban.
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- Al atardecer se le acercaron los doce y le dijeron:
—Despide a la gente, para que vaya a buscar alojamiento y comida en los campos y pueblos cercanos, pues donde estamos no hay nada.
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- —Denles ustedes mismos de comer —les dijo Jesús.
—No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que vayamos a comprar comida para toda esta gente —objetaron ellos,
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- porque había allí unos cinco mil hombres.
Pero Jesús dijo a sus discípulos: —Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta cada uno.
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- Así lo hicieron los discípulos, y se sentaron todos.
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- Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, los bendijo.
Luego los partió y se los dio a los discípulos para que se los repartieran a la gente.
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- Todos comieron hasta quedar satisfechos, y de los pedazos que sobraron se recogieron doce canastas.
La confesión de Pedro
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- Un día cuando Jesús estaba orando para sí, estando allí sus discípulos, les preguntó:
—¿Quién dice la gente que soy yo?
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- —Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, y otros que uno de los antiguos profetas ha resucitado —respondieron.
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- —Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?
—El *Cristo de Dios —afirmó Pedro.
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- Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran esto a nadie.
Y les dijo:
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- —El Hijo del hombre tiene que sufrir muchas cosas y ser rechazado por los *ancianos, los jefes de los sacerdotes y los *maestros de la ley.
Es necesario que lo maten y que resucite al tercer día.
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- Dirigiéndose a todos, declaró:
—Si alguien quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y me siga.
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- Porque el que quiera salvar su *vida, la perderá;
pero el que pierda su vida por mi causa, la salvará.
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- ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se destruye a sí mismo?
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- Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y en la gloria del Padre y de los santos ángeles.
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- Además, les aseguro que algunos de los aquí presentes no sufrirán la muerte sin antes haber visto el reino de Dios.
La transfiguración
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- Unos ocho días después de decir esto, Jesús, acompañado de Pedro, Juan y *Jacobo, subió a una montaña a orar.
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- Mientras oraba, su rostro se transformó, y su ropa se tornó blanca y radiante.
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- Y aparecieron dos personajes —Moisés y Elías— que conversaban con Jesús.
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- Tenían un aspecto glorioso, y hablaban de la partida de Jesús, que él estaba por llevar a cabo en Jerusalén.
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- Pedro y sus compañeros estaban rendidos de sueño, pero cuando se despabilaron, vieron su gloria y a los dos personajes que estaban con él.
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- Mientras éstos se apartaban de Jesús, Pedro, sin saber lo que estaba diciendo, propuso:
—Maestro, ¡qué bien que estemos aquí! Podemos levantar tres albergues: uno para ti, otro para Moisés y otro para Elías.
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- Estaba hablando todavía cuando apareció una nube que los envolvió, de modo que se asustaron.
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- Entonces salió de la nube una voz que dijo: «Éste es mi Hijo, mi escogido;
escúchenlo.»
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- Después de oírse la voz, Jesús quedó solo.
Los discípulos guardaron esto en secreto, y por algún tiempo a nadie contaron nada de lo que habían visto.
Jesús sana a un muchacho endemoniado
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- Al día siguiente, cuando bajaron de la montaña, le salió al encuentro mucha gente.
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- Y un hombre de entre la multitud exclamó:
—Maestro, te ruego que atiendas a mi hijo, pues es el único que tengo.
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- Resulta que un espíritu se posesiona de él, y de repente el muchacho se pone a gritar;
también lo sacude con violencia y hace que eche espumarajos. Cuando lo atormenta, a duras penas lo suelta.
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- Ya les rogué a tus discípulos que lo expulsaran, pero no pudieron.
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- —¡Ah, generación incrédula y perversa! —respondió Jesús—.
¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? Trae acá a tu hijo.
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- Estaba acercándose el muchacho cuando el demonio lo derribó con una convulsión.
Pero Jesús reprendió al *espíritu maligno, sanó al muchacho y se lo devolvió al padre.
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- Y todos se quedaron asombrados de la grandeza de Dios.
En medio de tanta admiración por todo lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
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- —Presten mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.
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- Pero ellos no entendían lo que quería decir con esto.
Les estaba encubierto para que no lo comprendieran, y no se atrevían a preguntárselo.
¿Quién va a ser el más importante?
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- Surgió entre los discípulos una discusión sobre quién de ellos sería el más importante.
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- Como Jesús sabía bien lo que pensaban, tomó a un niño y lo puso a su lado.
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- —El que recibe en mi nombre a este niño —les dijo—, me recibe a mí;
y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que es más insignificante entre todos ustedes, ése es el más importante.
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- —Maestro —intervino Juan—, vimos a un hombre que expulsaba demonios en tu nombre;
pero como no anda con nosotros, tratamos de impedírselo.
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- —No se lo impidan —les replicó Jesús—, porque el que no está contra ustedes está a favor de ustedes.
La oposición de los samaritanos
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- Como se acercaba el tiempo de que fuera llevado al cielo, Jesús se hizo el firme propósito de ir a Jerusalén.
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- Envió por delante mensajeros, que entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento;
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- pero allí la gente no quiso recibirlo porque se dirigía a Jerusalén.
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- Cuando los discípulos *Jacobo y Juan vieron esto, le preguntaron:
—Señor, ¿quieres que hagamos caer fuego del cielo para que los destruya?
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- Pero Jesús se volvió a ellos y los reprendió.
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- Luego siguieron la jornada a otra aldea.
Lo que cuesta seguir a Jesús
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- Iban por el camino cuando alguien le dijo:
—Te seguiré a dondequiera que vayas.
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- —Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
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- A otro le dijo:
—Sígueme. —Señor —le contestó—, primero déjame ir a enterrar a mi padre.
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- —Deja que los muertos entierren a sus propios muertos, pero tú ve y proclama el reino de Dios —le replicó Jesús.
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- Otro afirmó:
—Te seguiré, Señor; pero primero déjame despedirme de mi familia.
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- Jesús le respondió:
—Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios.
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