- Rut y Booz en la era
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- Un día su suegra Noemí le dijo:
—Hija mía, ¿no debiera yo buscarte un hogar seguro donde no te falte nada?
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- Además, ¿acaso Booz, con cuyas criadas has estado, no es nuestro pariente? Pues bien, él va esta noche a la era para aventar la cebada.
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- Báñate y perfúmate, y ponte tu mejor ropa.
Baja luego a la era, pero no dejes que él se dé cuenta de que estás allí hasta que haya terminado de comer y beber.
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- Cuando se vaya a dormir, te fijas dónde se acuesta.
Luego vas, le destapas los pies, y te acuestas allí. Verás que él mismo te dice lo que tienes que hacer.
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- —Haré todo lo que me has dicho —respondió Rut.
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- Y bajó a la era e hizo todo lo que su suegra le había mandado.
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- Booz comió y bebió, y se puso alegre.
Luego se fue a dormir detrás del montón de grano. Más tarde Rut se acercó sigilosamente, le destapó los pies y se acostó allí.
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- A medianoche Booz se despertó sobresaltado y, al darse vuelta, descubrió que había una mujer acostada a sus pies.
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- —¿Quién eres? —le preguntó.
—Soy Rut, su sierva. Extienda sobre mí el borde de su manto, ya que usted es un pariente que me puede redimir.
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- —Que el Señor te bendiga, hija mía.
Esta nueva muestra de lealtad de tu parte supera la anterior, ya que no has ido en busca de hombres jóvenes, sean ricos o pobres.
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- Y ahora, hija mía, no tengas miedo.
Haré por ti todo lo que me pidas. Todo mi pueblo sabe que eres una mujer ejemplar.
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- Ahora bien, aunque es cierto que soy un pariente que puede redimirte, hay otro más cercano que yo.
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- Quédate aquí esta noche.
Mañana, si él quiere redimirte, está bien que lo haga. Pero si no está dispuesto a hacerlo, ¡tan cierto como que el Señor vive, te juro que yo te redimiré! Ahora acuéstate aquí hasta que amanezca.
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- Así que se quedó acostada a sus pies hasta el amanecer, y se levantó cuando aún estaba oscuro;
pues él había dicho: «Que no se sepa que una mujer vino a la era.»
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- Luego Booz le dijo:
—Pásame el manto que llevas puesto y sosténlo firmemente. Rut lo hizo así, y él echó en el manto veinte kilos de cebada y puso la carga sobre ella. Luego él regresó al pueblo.
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- Cuando Rut llegó adonde estaba su suegra, ésta le preguntó:
—¿Cómo te fue, hija mía? Rut le contó todo lo que aquel hombre había hecho por ella,
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- y añadió:
—Me dio estos veinte kilos de cebada, y me dijo: “No debes volver a tu suegra con las manos vacías.”
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- Entonces Noemí le dijo:
—Espérate, hija mía, a ver qué sucede. Porque este hombre no va a descansar hasta dejar resuelto este asunto hoy mismo.
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