- Prólogo: Cristo, la Palabra eterna
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- En el principio la Palabra ya existía.
La Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios.
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- El que es la Palabra existía en el principio con Dios.
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- Dios creó todas las cosas por medio de él,
y nada fue creado sin él.
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- La Palabra le dio vida a todo lo creado,
y su vida trajo luz a todos.
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- La luz brilla en la oscuridad,
y la oscuridad jamás podrá apagarla.
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- Dios envió a un hombre llamado Juan el Bautista
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- para que contara acerca de la luz, a fin de que todos creyeran por su testimonio.
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- Juan no era la luz;
era solo un testigo para hablar de la luz.
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- Aquel que es la luz verdadera, quien da luz a todos, venía al mundo.
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- Vino al mismo mundo que él había creado, pero el mundo no lo reconoció.
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- Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron;
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- pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.
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- Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios.
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- Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros.
Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre.
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- Juan dio testimonio de él cuando clamó a las multitudes: «A él me refería yo cuando decía: “Alguien viene después de mí que es muy superior a mí porque existe desde mucho antes que yo”».
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- De su abundancia, todos hemos recibido una bendición inmerecida tras otra.
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- Pues la ley fue dada por medio de Moisés, pero el amor inagotable de Dios y su fidelidad vinieron por medio de Jesucristo.
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- Nadie ha visto jamás a Dios;
pero el Único, que es Dios, está íntimamente ligado al Padre. Él nos ha revelado a Dios.
El testimonio de Juan el Bautista
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- Este fue el testimonio que dio Juan cuando los líderes judíos enviaron sacerdotes y ayudantes del templo desde Jerusalén para preguntarle:
—¿Quién eres?
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- Él dijo con toda franqueza:
—Yo no soy el Mesías.
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- —Bien.
Entonces, ¿quién eres? —preguntaron—. ¿Eres Elías? —No —contestó. —¿Eres el Profeta que estamos esperando? —No.
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- —Entonces, ¿quién eres? Necesitamos alguna respuesta para los que nos enviaron.
¿Qué puedes decirnos de ti mismo?
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- Juan contestó con las palabras del profeta Isaías:
«Soy una voz que clama en el desierto: “¡Abran camino para la llegada del Señor!”».
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- Entonces los fariseos que habían sido enviados
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- le preguntaron:
—Si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta, ¿con qué derecho bautizas?
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- Juan les dijo:
—Yo bautizo con agua, pero aquí mismo, en medio de la multitud, hay alguien a quien ustedes no reconocen.
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- Aunque su servicio viene después del mío, yo ni siquiera soy digno de ser su esclavo, ni de desatar las correas de sus sandalias.
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- Ese encuentro ocurrió en Betania, una región situada al oriente del río Jordán, donde Juan estaba bautizando.
Jesús, el Cordero de Dios
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- Al día siguiente, Juan vio que Jesús se le acercaba y dijo: «¡Miren! ¡El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!
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- A él me refería cuando yo decía: “Después de mí, vendrá un hombre que es superior a mí porque existe desde mucho antes que yo”.
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- No lo reconocí como el Mesías, aunque estuve bautizando con agua para que él fuera revelado a Israel».
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- Entonces Juan dio testimonio: «Vi al Espíritu Santo descender del cielo como una paloma y reposar sobre él.
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- Yo no sabía que era el Mesías, pero cuando Dios me envió a bautizar con agua, me dijo: “Aquel, sobre quien veas que el Espíritu desciende y reposa, es el que bautizará con el Espíritu Santo”.
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- Vi que eso sucedió con Jesús, por eso doy testimonio de que él es el Elegido de Dios».
Los primeros discípulos
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- Al día siguiente, Juan estaba otra vez allí con dos de sus discípulos.
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- Al pasar Jesús, Juan lo miró y declaró: «¡Miren! ¡Ahí está el Cordero de Dios!».
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- Cuando los dos discípulos de Juan lo oyeron, siguieron a Jesús.
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- Jesús miró a su alrededor y vio que ellos lo seguían.
—¿Qué quieren? —les preguntó. Ellos contestaron: —Rabí (que significa “Maestro”), ¿dónde te hospedas?
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- —Vengan y vean —les dijo.
Eran como las cuatro de la tarde cuando lo acompañaron al lugar donde se hospedaba, y se quedaron el resto del día con él.
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- Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de estos hombres que, al oír lo que Juan dijo, siguieron a Jesús.
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- Andrés fue a buscar a su hermano Simón y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías» (que significa «Cristo»).
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- Luego Andrés llevó a Simón, para que conociera a Jesús.
Jesús miró fijamente a Simón y le dijo: «Tu nombre es Simón hijo de Juan, pero te llamarás Cefas» (que significa «Pedro»).
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- Al día siguiente, Jesús decidió ir a Galilea.
Encontró a Felipe y le dijo: «Ven, sígueme».
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- Felipe era de Betsaida, el pueblo natal de Andrés y Pedro.
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- Felipe fue a buscar a Natanael y le dijo:
—¡Hemos encontrado a aquel de quien Moisés y los profetas escribieron! Se llama Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
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- —¡Nazaret! —exclamó Natanael—.
¿Acaso puede salir algo bueno de Nazaret? —Ven y compruébalo tú mismo —le respondió Felipe.
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- Mientras ellos se acercaban, Jesús dijo:
—Aquí viene un verdadero hijo de Israel, un hombre totalmente íntegro.
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- —¿Cómo es que me conoces? —le preguntó Natanael.
—Pude verte debajo de la higuera antes de que Felipe te encontrara —contestó Jesús.
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- Entonces Natanael exclamó:
—Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios, el Rey de Israel!
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- Jesús le preguntó:
—¿Crees eso solo porque te dije que te había visto debajo de la higuera? Verás cosas más grandes que esta.
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- Y agregó: «Les digo la verdad, todos ustedes verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del Hombre, quien es la escalera entre el cielo y la tierra».
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