- El canto de Moisés y del Cordero
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- Luego vi en el cielo otro maravilloso suceso de gran importancia.
Siete ángeles sostenían las últimas siete plagas, que completarían la ira de Dios.
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- Vi delante de mí algo que parecía un mar de cristal mezclado con fuego.
Sobre este mar estaban de pie todos los que habían vencido a la bestia, a su estatua y al número que representa su nombre. Todos tenían arpas que Dios les había dado
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- y entonaban el canto de Moisés, siervo de Dios, y el canto del Cordero:
«Grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor Dios, el Todopoderoso. Justos y verdaderos son tus caminos, oh Rey de las naciones.
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- ¿Quién no te temerá, Señor,
y glorificará tu nombre? Pues solo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti, porque tus obras de justicia han sido reveladas».
Las siete copas de las siete plagas
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- Luego miré y vi que se abría por completo el templo que está en el cielo, el tabernáculo de Dios.
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- Los siete ángeles que sostenían las siete plagas salieron del templo.
Estaban vestidos de un lino blanco sin mancha alguna y tenían una banda de oro que cruzaba el pecho.
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- Entonces uno de los cuatro seres vivientes le entregó a cada uno de los siete ángeles una copa de oro llena de la ira de Dios, quien vive por siempre y para siempre.
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- El templo se llenó del humo de la gloria y el poder de Dios.
Nadie podía entrar en el templo hasta que los siete ángeles terminaran de derramar las siete plagas.
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