- Saludo
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- Yo, Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol y apartado para el evangelio de Dios,
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- que él ya había prometido por medio de sus profetas en las santas Escrituras,
- 3
- les escribo acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que conforme a los hombres descendía de David,
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- pero que conforme al Espíritu de santidad fue declarado Hijo de Dios con poder, por su resurrección de entre los muertos.
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- Por medio de Jesucristo recibimos la gracia del apostolado, para que por su nombre llevemos a todas las naciones a obedecer a la fe.
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- Entre esas naciones están también ustedes, llamados a ser de Jesucristo.
- 7
- A todos ustedes que están en Roma, los amados de Dios que fueron llamados a ser santos: Que la gracia y la paz de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo sean con ustedes.
Deseo de Pablo de visitar Roma
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- En primer lugar, por medio de Jesucristo doy gracias a mi Dios por todos ustedes y porque su fe se difunde por todo el mundo.
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- Dios, a quien sirvo con todo mi corazón predicando el evangelio de su Hijo, es testigo de que los recuerdo siempre en mis oraciones,
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- y de que en ellas le ruego que, si es su voluntad, me conceda que por fin pueda ir a visitarlos.
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- Porque deseo verlos para impartirles algún don espiritual, a fin de que sean fortalecidos;
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- es decir, para que nos fortalezcamos unos a otros con esta fe que ustedes y yo compartimos.
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- Pero quiero que sepan, hermanos, que muchas veces me propuse ir a visitarlos para tener también entre ustedes algún fruto, como entre los otros hermanos no judíos, pero hasta ahora he encontrado obstáculos.
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- Estoy en deuda con todos, sean griegos o no griegos, sabios o no sabios.
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- Así que, por mi parte, estoy dispuesto a anunciarles el evangelio también a ustedes, los que están en Roma.
El poder del evangelio
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- No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para la salvación de todo aquel que cree: en primer lugar, para los judíos, y también para los que no lo son.
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- Porque en el evangelio se revela la justicia de Dios, que de principio a fin es por medio de la fe, tal como está escrito: «El justo por la fe vivirá.»
La culpabilidad del hombre
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- La ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad y maldad de quienes injustamente retienen la verdad.
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- Para ellos, lo que de Dios se puede conocer es evidente, pues Dios se lo reveló;
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- porque lo invisible de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, y pueden comprenderse por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.
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- Pues a pesar de haber conocido a Dios, no lo glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón se llenó de oscuridad.
- 22
- Aunque afirmaban que eran sabios, se hicieron necios,
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- y cambiaron la gloria del Dios inmortal por imágenes de hombres mortales, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles.
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- Por eso Dios los entregó a los malos deseos de su corazón y a la impureza, de modo que degradaron entre sí sus propios cuerpos.
- 25
- Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y honraron y dieron culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos.
Amén.
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- Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas.
Hasta sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por las que van en contra de la naturaleza.
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- De la misma manera, los hombres dejaron las relaciones naturales con las mujeres y se encendieron en su lascivia unos con otros.
Cometieron hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibieron en sí mismos la retribución que merecía su perversión.
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- Y como ellos no quisieron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para hacer cosas que no convienen.
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- Están atiborrados de toda clase de injusticia, inmoralidad sexual, perversidad, avaricia, maldad;
llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades.
- 30
- Son murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres,
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- necios, desleales, insensibles, implacables, inmisericordes.
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- Y aunque saben bien el juicio de Dios, en cuanto a que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se regodean con los que las practican.
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