- Los judíos son perseguidos
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- Poco tiempo después, el rey Antíoco envió a Jerusalén a un jefe de la ciudad de Atenas.
Sus órdenes eran obligar a los judíos a dejar por completo las costumbres de sus antepasados y las leyes de Dios.
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- Ese jefe debía convertir el templo de Jerusalén en un lugar dedicado al dios Zeus Olímpico, y donde se practicaran actos que ofendieran al Dios de Israel.
También debía dedicar el templo del monte Guerizim al dios Zeus Hospitalario, pues la gente de allí lo quería adorar.
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- Tanta maldad afectó mucho al pueblo judío, y esto llegó a ser insoportable.
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- El templo se convirtió en un lugar donde los que no creían en Dios hacían fiestas, comían y bebían hasta emborracharse, y hasta tenían relaciones sexuales con prostitutas.
También metieron en el templo utensilios que estaban prohibidos por la ley de Dios.
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- El altar se mantenía lleno de animales que Dios no aceptaba como ofrenda.
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- Ya no se podía celebrar la fiesta del sábado, ni las fiestas religiosas judías.
Y si alguien decía que era judío, ponía en peligro su vida.
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- Además, para celebrar el nacimiento del rey, cada mes la gente estaba obligada a comer de los animales que se sacrificaban en el altar.
Y en la fiesta del dios Baco, la gente era obligada a participar en la procesión, llevando una corona de flores sobre la cabeza.
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- Los judíos que vivían en las ciudades griegas vecinas estaban obligados a comer la carne de los animales que se ofrecían en los sacrificios de los dioses griegos.
Esa ley fue impuesta a petición de los habitantes de Tolemaida.
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- El que no aceptaba las costumbres griegas era condenado a morir.
Todo esto fue sólo el comienzo de la desgracia que vendría después.
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- Así, por ejemplo, dos mujeres fueron acusadas de circuncidar a sus hijos.
Como castigo, les ataron sus hijos al pecho y las arrastraron por toda la ciudad. Después las arrojaron desde lo alto de la muralla.
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- Otros fueron acusados ante el oficial Filipo de haberse reunido en unas cuevas cercanas, para celebrar a escondidas el sábado.
Todos ellos fueron quemados, y por respeto al día sábado ninguno se defendió.
Consejos del autor del libro
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- A los que lean este libro, les aconsejo que no se asusten al enterarse de tanta crueldad.
Piensen que todo esto sucedió, no para destruir a nuestro pueblo, sino para corregirlo.
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- En realidad, todo esto demuestra que Dios es bueno, y no permite que los pecadores cometan maldades por mucho tiempo, sino que actúa rápidamente y los castiga.
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- Hay que tener en cuenta que Dios no nos trata como a las otras naciones.
Para castigar a esas naciones, Dios espera pacientemente que hayan cometido muchos, pero muchos pecados.
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- En cambio, a nosotros nos castiga en cuanto pecamos.
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- Así Dios nos muestra su misericordia, pues él nunca nos abandona, ni siquiera cuando nos castiga con alguna desgracia.
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- Bueno, como ya les hice esta aclaración, podemos ahora continuar con nuestra historia.
Muerte de Eleazar
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- Al anciano Eleazar, que era una persona de aspecto distinguido y uno de los más importantes maestros de la ley, le abrieron la boca a la fuerza para obligarlo a comer carne de cerdo.
Esa carne estaba prohibida por la ley de Dios.
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- Pero él prefirió morir con honor, en vez de seguir viviendo humillado.
Después de escupir la carne, se dirigió decididamente al lugar donde lo iban a matar. Aunque sabía que perdería la vida, se comportó como deben hacerlo quienes tienen el valor de obedecer a Dios.
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- Los encargados de obligar a Eleazar a comer carne de cerdo, lo conocían desde hacía mucho tiempo.
Por eso, lo llevaron aparte y le propusieron que mandara traer carne permitida por la ley, y que él mismo hubiera preparado. El plan era que comiera de esa carne para que todos pensaran que había obedecido la orden del rey.
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- De esa manera intentaban salvar a Eleazar, pues eran sus amigos desde hacía mucho tiempo.
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- Sin embargo, Eleazar actuó con madurez, de acuerdo con su edad.
Respetó su ancianidad, y dio una vez más el buen ejemplo que había dado toda su vida. Pero sobre todo, obedeció la santa ley de Dios. Por eso les dijo: «¡Mátenme de una vez!
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- Estaría muy mal que a mi edad cometiera ese engaño.
No quiero que los jóvenes vean que a los noventa años de edad cambié de religión.
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- No quiero que mi pueblo caiga en el error por mis engaños y por mi interés de vivir unos pocos años más.
Si hago lo que ustedes me dicen, viviría lleno de vergüenza y humillación los pocos años que me quedan de vida.
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- Y aunque ahora me salvara del castigo humano, ni vivo ni muerto escaparía del castigo del Dios todopoderoso.
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- Por respeto a mis canas, prefiero morir como un valiente.
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- Así les dejaré a los jóvenes un ejemplo digno de imitar.
¡Muero valientemente por nuestras santas y valiosas leyes!» Apenas terminó de hablar, Eleazar caminó hacia el lugar donde lo iban a matar.
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- Los que lo llevaban pensaron que el anciano se había vuelto loco, y en vez de ser amables con él lo trataron con dureza.
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- Cuando Eleazar estaba a punto de morir por los golpes recibidos, dijo entre gemidos de dolor:
«Dios conoce bien todas las cosas. Él sabe que pude escapar de la muerte, pero que preferí sufrir el dolor de los golpes recibidos. También sabe que por amor a él muero con gusto».
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- Así murió Eleazar, dejando a los jóvenes y a toda la nación el recuerdo ejemplar de su noble vida, tan valiente y generosa.
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